Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas y Redil Eucarístico -CANTILLANA-

domingo, 29 de diciembre de 2013

Fiesta de la Sagrada Familia

Anunciar la verdad del matrimonio y la familia

En el marco precioso de la Navidad celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia. Una de las tres prioridades de nuestro Plan Diocesano de Pastoral para este curso es la promoción de una adecuada y orgánica pastoral familiar en las parroquias de nuestra Archidiócesis. No descubro ningún secreto si os digo que, como consecuencia de diversos factores culturales, sociales y políticos, la familia está viviendo en Europa, y también en España, una profunda crisis. Tales factores están poniendo en riesgo el mismo concepto de familia, desdibujando el valor de la indisolubilidad del matrimonio y equiparando a la unión conyugal diversas formas de convivencia que no pueden considerarse verdadero matrimonio. En España, nuestros gobernantes dieron un paso más: han modificado el Código Civil para incluir en la noción de matrimonio a las uniones del mismo sexo, con la posibilidad incluso de adoptar niños, con lo cual se ha introducido un peligroso factor de disolución de la institución matrimonial y, con ella, del justo orden social.

En este contexto, nuestra Iglesia diocesana ha de anunciar con un renovado vigor la verdad del matrimonio y de la familia y su sentido en el designio salvador de Dios, como comunidad de vida y amor, abierta a la procreación de nuevas vidas, así como su condición de “iglesia doméstica” y su participación en la misión de la Iglesia y en la vida de la sociedad.

Reconozco con gozo que entre nosotros hay muchas familias que, desde la existencia cotidiana vivida en el amor, son testigos visibles de la presencia de Jesús que las acompaña y mantiene en la fidelidad con el don de su Espíritu. Hemos de hacer todos los esfuerzos que sean necesarios para apoyarlas y ayudarlas, apoyo y acompañamiento que es particularmente necesario en el caso de los matrimonios en dificultades o en crisis.

La familia cristiana, fundada en el sacramento del matrimonio, es icono y reflejo del amor de Dios por la humanidad y signo del amor de Cristo por su esposa que es la Iglesia. Como santuario de la vida es el ámbito donde la vida, don de Dios, es acogida, acompañada y defendida. Por ello, la familia es el fundamento de la sociedad, lugar primordial de humanización de la persona y de la convivencia civil, pues en ella se adquieren los hábitos y los principios imprescindibles para una vida social vivida en el amor y la solidaridad. No puedo olvidar otra dimensión importante: la familia es también comunidad evangelizadora, abierta a la misión, pues los padres cristianos tienen como uno de sus principalísimos deberes la transmisión de la fe y la educación cristiana de sus hijos.

En la Exhortación Apostólica Pastores gregis, el Papa Juan Pablo II afirmaba que es obligación del Obispo preocuparse de que en la sociedad civil se defiendan y apoyen los valores del matrimonio y de la familia. Ha de impulsar también la preparación de los novios al matrimonio, el acompañamiento de los jóvenes esposos, así como la formación de grupos de familias que apoyen la pastoral familiar y estén dispuestas a ayudar a las familias en dificultades. En este sentido, Juan Pablo II nos invitaba a los Obispos a favorecer iniciativas diocesanas de diverso tipo, como signo de la cercanía y de la solicitud del Obispo por las familias.

Respondiendo a este llamamiento del Papa, nuestra Delegación Diocesana de Familia y Vida, con el respaldo más explícito de los dos Obispos, ha ido dando pasos significativos en la formación de agentes de pastoral familiar a través del Master en Ciencias del Matrimonio y de la Familia. Ha proseguido también la tarea de preparación y unificación de los contenidos y metodología de los cursillos prematrimoniales. No pocas personas han participado en los cursos de monitores del programa de educación afectivo-sexual Teen Star con vistas a la educación de los jóvenes y adolescentes desde la antropología cristiana. Hemos creado también en nuestra Archidiócesis cinco COFs, que están prestando un importante servicio a tantos matrimonios y familias. Todos ellos constituyen ya una red vigorosa de ayuda a los matrimonios y a las familias en dificultades, que necesitan una asistencia más especializada de la que la parroquia puede ofrecer.

Ninguna parroquia de la Diócesis debería quedar al margen de la programación diocesana para este sector pastoral. En todas las parroquias debe existir un pequeño equipo de servicio a la familia en las distintas dimensiones a las que acabo de aludir. Nos va en ello la felicidad de los esposos y de sus hijos, el futuro de la Iglesia y el bien común de la sociedad, pues la familia es, como nos dijera el Concilio, “la escuela del más rico humanismo”.

Invocando para todos esos proyectos la ayuda de la Sagrada Familia de Nazaret, modelo de las familias cristianas, y muy especialmente de la Santísima Virgen, Reina de las familias, contad con mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

sábado, 28 de diciembre de 2013

Festividad de los Santos Inocentes

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levantate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió a Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años. conforme a la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos. (Del santo Evangelio según san Mateo 2, 13-18 )

Meditación

El nacimiento de cada niño lleva consigo algo de este misterio! Lo saben bien los padres, que lo reciben como un don y que, a menudo, hablan así de él. A todos nos ha pasado oír decir a un papá y a una mamá: "¡Este niño es un regalo, un milagro!". En efecto, los seres humanos viven la procreación no como un mero acto reproductivo, sino que perciben su riqueza, intuyen que cada criatura humana que se asoma a la tierra es el “signo” por excelencia del Creador y Padre que está en los cielos. ¡Qué importante es, entonces, que cada niño, al venir al mundo, sea acogido por el calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús nació en un establo y como primera cuna tuvo un pesebre, pero el amor de María y de José le hizo sentir la ternura y la belleza de ser amado. De esto necesitan los niños: del amor del padre y de la madre. Esto es lo que les da seguridad y lo que, al crecer, permite el descubrimiento del sentido de la vida. La santa Familia de Nazaret atravesó muchas pruebas, como esa – recordada en el Evangelio según san Mateo – de la "matanza de los inocentes", que obligó a José y María a emigrar a Egipto. Pero, confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y aseguraron a Jesús una infancia serena y una educación sólida. (Benedicto XVI, 1 de enero de 2011)


El delito abominable del aborto


Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como « crímenes nefandos ».Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: « ¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad » (Is 5, 20).


Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua, como la de « interrupción del embarazo », que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fenómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento.

La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pide su eliminación, e incluso la procura.

Es cierto que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma por razones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque se quisieran preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor sería no nacer. Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas, jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente.


(Encíclica Evangelium Vitae , Juan Pablo II. 25 de marzo de 1995)

jueves, 26 de diciembre de 2013

Homilía del Papa Francisco en la Misa del gallo y mensaje de Navidad


 "Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera"

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).

Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.

1. Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante.

También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).


2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.

3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.

Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz. Amén. 


Bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco para la Navidad 2013, Plaza de San Pedro de Roma, miércoles 25 de diciembre de 2013:

«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama » (Lc 2,14).

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡feliz Navidad!
Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén la noche de la Navidad. Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.

Les invito a todos a hacer suyo este cántico, que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su propio deber.

Gloria a Dios.
A esto nos invita la Navidad en primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, fiel, misericordioso. En este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren.

Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.

Paz a los hombres.
La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura “fachada”, que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.
Viendo al Niño en el Belén, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento!

Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria. Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero.

Concede la paz a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra, atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.

Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos. Sana las llagas de la querida tierra de Iraq, azotada todavía por frecuentes atentados.

Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo. Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa.

Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.

Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.

Queridos hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Solemnidad de la Natividad del Señor

Belén Monumental de la Ermita de la Divina Pastora (Cantillana)

En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, 
ordenando hacer un censo del mundo entero.

Éste fue el primer censo que se hizo siendo Quirino gobernador de Siria. 
Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la descendencia y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre,
 velando por turno su rebaño.

Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad,
 y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:

— «No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

De pronto, en torno al ángel, apareció una multitud del ejército celestial, 
que alababa a Dios, diciendo:

— «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».

Lc 2, 1-14


El Evangelio ofrece un contexto histórico previo al nacimiento de Jesús: «En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero». Durante su gobierno este mismo emperador realizó varios censos parciales y tres que abarcaron todo el territorio ocupado por el imperio romano. Uno de estos censos fue decretado el año 746 de Roma, unos ocho años antes de la fecha actual del nacimiento de Jesucristo.

Roma solía respetar las costumbres de los pueblos sometidos a su dominio. Por ello todo empadronamiento se hacía según la costumbre judía: «todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad». José, «por ser de la descendencia y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse». Belén o Bethlehem quiere decir “casa de pan”. La pequeña ciudad había recibido ese nombre gracias a su fertilidad y abundancia de cereales. Era el lugar originario de la familia davídica.

El evangelista dice que José “sube” a Belén. Esta ciudad estaba situada a unos diez kilómetros al sur de Jerusalén, y a unos ciento cuarenta al sur de Nazaret. Topográficamente hablando, ir de cualquier lugar de Palestina a Jerusalén o a sus inmediaciones siempre implicaba un ascenso.

José va a Belén a empadronarse «con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito». De este modo se cumple la profecía de Miqueas (5,2), quien había anunciado que era en Belén donde habría de nacer el Mesías prometido por Dios.

Algunos han argüido que el término “primogénito” aplicado a Cristo demuestra que posteriormente María habría tenido otros hijos, y que por lo mismo no era virgen. Esta relectura prescinde completamente de la mentalidad hebrea: “primogénito” era un título legal, y no implicaba que la mujer tuviese más hijos. Un descubrimiento arqueológico que atestigua este sentido legal de la expresión es una estela sepulcral descubierta en 1922 en Egipto, en Tell el-Yeduieh, del año 5 a. C. En ella se lee que una judía de la Diáspora, llamada Arsinoe, murió al dar a luz a su hijo “primogénito”. De que se diga de Cristo que era el hijo primogénito de María no se deduce que luego María haya tenido otros hijos.

En cuanto primogénito, según la Ley, Jesús debía ser “rescatado” simbólicamente (ver Núm 3,12-13; 18,15-16; Ex 13,2; 24,19). José y María cumplirán con la Ley al presentar al Niño en el Templo, ofreciendo en sacrificio dos pichones, por ser ellos pobres (ver Lc 22, 22-24).

Volviendo a la escena que nos ocupa, el evangelista narra que María «lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre». El pesebre era un recipiente que contenía forraje para el ganado. El lugar en el que había dado a luz era un establo, pues por alguna razón no habían podido o querido acogerlos en la posada, arguyendo que no había sitio para ellos.

El evangelista pasa luego a otra escena: «En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño». Al leer que pasaban la noche al aire libre, cuidando y protegiendo a su rebaño por turnos, entendemos que estos pastores no eran de Belén, sino que eran nómades, y por tanto, no gozaban de buena fama. Ningún fariseo les compraba lana o leche por temor a que sus productos proviniesen del robo. Sin embargo, es a estos pastores a los que «un ángel del Señor se les presentó», y en ese mismo momento «la gloria del Señor los envolvió de claridad». Se trata de una manifestación divina o “teofanía”, ante la cual los pastores comprensiblemente se llenan de temor.

Mas el enviado divino los invita a trasformar su temor en un gran gozo, pues lo que les trae es una «buena noticia», un «evangelio». En efecto, nuestra palabra evangelio procede del griego euangeliou, que quiere decir “comunicar una dicha”, “dar una excelente noticia”. Y la buena noticia que debe ser para los pastores causa de júbilo es que «hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». ¡Dios ha dado cumplimiento a la promesa hecha a Israel desde antiguo, por medio de los profetas! ¡Al fin ha llegado el Mesías esperado! Y los primeros en ser avisados de esta jubilosa noticia no son los poderosos, sino estos humildes pastores, a quienes el ángel invita a ponerse en marcha para adorarlo.

De Él dice el ángel que es «un Salvador». En realidad, el griego no utiliza artículo, por lo que debe entenderse que es (El) Salvador por antonomasia, no “uno más”. En el Antiguo Testamento generalmente el título de Salvador se aplicaba sólo a Dios, o también en algún sentido a aquellos a quienes Dios confiaba una misión liberadora (ver Jue 3, 9-15). En el relato de la anunciación el ángel revela a María el nombre que habrá de llevar el Hijo que ha de concebir por obra del Espíritu Santo: Jesús, que traducido quiere decir: “Dios salva”, «porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). Y «¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» (Mc 2, 7). En el caso del Hijo de María, este nombre expresará a la vez su identidad y su misión: Él es verdaderamente Dios que se ha hecho hombre, para ser Salvador y Reconciliador de la humanidad entera.

Añade el ángel que el Salvador es «el Mesías, el Señor». Mesías quiere decir Ungido, o Cristo. Los tres términos significan lo mismo: «Cristo viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido”» (Catecismo de la Iglesia Católica, 436). «En Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Este era el caso de los reyes, de los sacerdotes y, excepcionalmente, de los profetas. Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino. El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor» (Allí mismo). Conocemos a aquél Niño como Cristo, dado que Él es el Ungido por excelencia.

Este Mesías Salvador es calificado asimismo como «el Señor», en griego Kyrios. Es con esta palabra, Kyrios, con la que se traducía al griego el nombre de Yahvé en el Antiguo Testamento. Su aplicación al Niño que acaba de nacer pone de relieve su divinidad. Kyrios es la expresión con la que la primitiva comunidad cristiana profesaría su fe en la divinidad de Jesucristo. San Pablo en sus cartas la usó frecuentemente con este mismo fin. En su carta a los filipenses, después de afirmar que Cristo, siendo Dios, se abajó haciéndose hombre como nosotros, lo proclama como Kyrios, SEÑOR, ante quien toda rodilla finalmente se doblará (ver Flp 2, 5-11).

Luego de aquella teofanía y anuncio gozoso del ángel los pastores comprendieron que el Mesías había llegado. Para encontrarlo el ángel les da una “señal” o “signo”: «encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El “signo”, garantía de la comunicación sobrenatural, habla de la humildad y sencillez en la que nace este Niño: no nace entre poderosos, en algún palacio, rodeado de riquezas y sirvientes. Nace pobre, humilde, desapercibido, sin gloria humana.

Terminado el anuncio del ángel aparece junto a él «una multitud del ejército celestial que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”». El Mesías viene a traer la paz, que para el judío era y es la suma de todos los bienes, y aquí especialmente la suma de todos los bienes mesiánicos que Dios ha querido regalar a los hombres.

De pronto viene el sobresalto: una noche, mientras unos duermen al raso y otros vigilan cuidando a su rebaño del ataque de los lobos, un ángel se presenta. Irrumpe en sus vidas lo extraordinario, lo sobrenatural, la gloria del Señor los envuelve en su luz, son arrancados de la cotidianeidad, de lo rutinario, del ritmo normal de sus vidas, ¡porque Dios se manifiesta inesperadamente!

Los pastores despiertan confundidos ante lo inesperado que irrumpe en sus vidas, que los arranca de la rutina cotidiana, de ese “tener todo controlado”. ¡Sienten miedo! ¿Quién no se asustaría? Tienen miedo a lo desconocido, miedo a lo que escapa al control de sus manos, miedo a la luz que los envuelve, ¡miedo a Dios que se manifiesta!

El miedo que ellos sienten nos habla de una experiencia común: también nosotros le tenemos miedo a Dios cuando su luz cuando nos invade y nos envuelve, miedo porque esa luz nos arranca de las tinieblas en las que cómodamente nos hemos instalado. Alguna vez alguien me decía: “me llegué a acostumbrar tanto a la oscuridad que me parecía claridad”. ¿Cuánto nos acostumbramos también nosotros a nuestras oscuridades y tinieblas, convenciéndonos que son claridad? Cuando así sucede, nos da miedo la luminosidad con la que nos envuelve Dios, porque su luz hiere los ojos del alma, porque su luz pone al descubierto lo que nuestras tinieblas ocultan.

Hay tinieblas en nuestro corazón cuando obramos el mal y nos ocultamos. Hay tinieblas en nosotros cuando mentimos, y peor aún, cuando llevamos una doble vida. Nos envuelve la oscuridad cuando despreciamos al Señor cuando decidimos que Él no tiene nada que decirnos, cuando nuestra soberbia y vanidad toman el control de nuestras vidas, cuando consentimos el odio, la amargura, el resentimiento y el deseo de venganza en nuestros corazones, cuando el egoísmo lo disfrazamos de amor, cuando ignoramos quienes somos, nuestra identidad, nuestro origen, el sentido de nuestras vidas y nuestro destino.

Y aunque en las tinieblas no se halla sino confusión, intranquilidad, angustia, soledad, vacío, ¡cuánto miedo tenemos de dejar que la luz del Señor nos envuelva, nos penetre e ilumine nuestra vida! No sólo porque la claridad exige conocer, aceptar, afrontar y cambiar todo lo que en nosotros está mal, sino más aún, porque la luz que viene del Señor nos revela nuestra verdadera grandeza y dignidad. ¡Y cuánto miedo tenemos de llegar a ser lo que estamos llamados a ser! Y es que descubrir nuestra verdadera grandeza exige responder a ella, exige despojarnos de todo harapo que nos parece “regia vestidura”, de toda cadena o lazo que nos parece la más exquisita de las libertades para lanzarnos a la gran aventura de conquistar aquello que estamos llamados a ser, de conquistar el Infinito!

«No teman», son las palabras que el ángel dirige a los pastores, y son las palabras que la Iglesia nos dirige también hoy a cada uno de nosotros: ¡No temas! ¡No le temas a este Niño! ¡No le temas a Dios que se manifiesta en este Niño! ¡Él es la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo! ¿Se le puede tener miedo a un niño? ¿No es un niño lo más frágil del mundo? ¿No necesita cuidado, protección? ¿No se pone totalmente en nuestras manos? ¿No inspira nuestra ternura y amor? ¡Pues Dios se ha hecho Niño, para que desaparezca todo temor de tu corazón! Ésta es la señal: «encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». No temas: Él no viene a destruir lo que eres, o a quitarte lo mucho o poco que tienes. Él viene a sanar, a reconciliar, a salvar, a elevar, a darte más, ¡a darte TODO lo que Él es y posee! Y para eso se hace pequeñito, se hace hombre como nosotros, sin dejar de ser Dios se hace totalmente solidario con nuestra naturaleza humana: para elevarte a su altura, para que tú te hagas grande como Él, tan grande que puedas llegar a participar de la misma naturaleza de Dios, de su amor y felicidad, por toda la eternidad! ¡No temas acoger a este Niño en tu vida, en tu casa, en tu hogar! ¡No temas ponerlo a Él en el centro de tu existencia, así como una lámpara se coloca en el centro de un cuarto oscuro, para que ilumine todo el interior!

No, no temas esta Noche buscar al Niño como lo buscaron los humildes pastores, para abrirle de par en par las puertas y de acunarlo en el pesebre de tu pobre corazón. ¡No tengas miedo! No temas abrirle tu mente, dejar que su luz te ilumine, para que retroceda toda tiniebla que hay en ti, y todo en ti se convierta en luz! ¡No temas! Si le abres, la paz inundará tu corazón y tú te harás luz para tantos otros que en el mundo mueren por falta de luz y calor.

martes, 24 de diciembre de 2013

Mensaje navideño del Arzobispo de Sevilla D. Juan José Asenjo Pelegrina


Hoy, con motivo de la celebración de la Nochebuena, queremos compartir con todos nuestros lectores un video con el mensaje de Navidad de nuestro Excelentísimo y Reverendísimo D. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla, emitido por María+Visión España.
 Feliz, Santa y Gozosa Nochebuena.

         


Navidad desde el Vaticano

Desde el día de hoy, transmitiremos, gracias a la señal del Centro Televisivo Vaticano, todas las celebraciones litúrgicas de la Navidad, oficiadas por Su Santidad el Papa Francisco, que comenzarán esta noche con la tradicional Santa Misa del Gallo (21, 30 Hs), y que continuarán con la Bendición Urbi et Orbi (25 Diciembre, 12 Hs), la Santa Misa en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (1 de Enero, 10 Hs), y la Santa Misa de la Epifanía (6 de Enero, 10 Hs).


sábado, 21 de diciembre de 2013

Felicitación de Navidad en video

Hoy, vísperas de la inauguración oficial del Belén Monumental instalado en la Ermita de la Divina Pastora, queremos compartir con todos nuestros lectores el video con el que nuestra hermandad nos felicita estas navidades. En el mismo se incluyen imágenes del citado Belén, fotos del recital del Coro de la Hermandad en la residencia de Mayores San Nicolás, imágenes de los ensayos del nuevo coro infantil, y de los actos y cultos navideños del pasado año, todo ello con la música de fondo del villancico Pastora del Amor. Disfrútenlo.

 

sábado, 14 de diciembre de 2013

Navidad pastoreña


La Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la 
DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS
 Y REDIL EUCARÍSTICO 
celebrará los siguientes cultos y actos con motivo de las 
FIESTAS DE NAVIDAD

Día 14 de diciembre, a las 11,30 de la mañana en la Residencia de Mayores San Nicolás de Cantillana, Recital de Villancicos a cargo del Coro de nuestra Hermandad.

Día 25 de diciembre, Solemnidad de la Natividad del Señor, a la 1 del mediodía se celebrará en el Santuario de la Divina Pastora la MISA SOLEMNE, oficiada por el párroco de Cantillana y cantada por el Coro de la Hermandad. A continuación de la Misa, y durante todo el día, quedará expuesto en 
DEVOTO BESAPIÉS LA VENERADA IMAGEN del 
DIVINO PASTOR DE LAS ALMAS. 
 A las 4,30 de la tarde del mismo día, recital de villancicos a cargo de la Escuela de Tamborileros de la Divina Pastora.

Día 29 de diciembre, a las 4,30 de la tarde, en el Santuario de la Divina Pastora, Recital de Villancicos a cargo del Coro de nuestra Hermandad.

En las Solemnidades de Santa María Madre de Dios, 1 de Enero, y de la Epifanía, 6 de Enero, así como todos los domingos, se celebrará la Santa Misa en el Santuario a la 1 del mediodía.

El belén de la ermita, se podrá visitar todos los domingos y festivos del Ciclo Navideño.

Diciembre de 2013

"APACIENTA TU PUEBLO CON TU CAYADO, 
EL REBAÑO DE TU HEREDAD" (Miq 7, 14)

viernes, 13 de diciembre de 2013

Felicitación de Navidad


" Los Magos buscan a Dios 
indagando en las estrellas, 
y lo encuentran en los brazos 
de la Pastora más bella

 (Himno a la Madre del Buen Pastor) 


El Hermano Mayor y la Junta de Gobierno 
de la Hermandad de la Divina Pastora, 
les desean una feliz Navidad y un 
venturoso Año Nuevo 

Cantillana, diciembre 2013 

jueves, 12 de diciembre de 2013

Viaje a Sevilla con motivo de la salida procesional de la Virgen del Rocío de la parroquia del Salvador


El Grupo Joven de nuestra hermandad ha organizado para el domingo 22 de diciembre, un viaje a Sevilla con motivo de la salida procesional de la Virgen del Rocío de la Parroquia del Salvador por las calles de su feligresía.

La Virgen del Rocío de la hermandad de Sevilla procesionará, como cada 22 de diciembre, con arreglo al siguiente itinerario: Salida del templo del Divino Salvador, Plaza del Salvador, Cuna, Cerrajería, Sierpes, Sagasta, Plaza del Salvador y de nuevo, entrada en la antigua colegiata. Durante el recorrido le acompañarán distintos coros de campanilleros que irán turnando su participación, en una jornada de lo más entrañable para la feligresía y los devotos de esta réplica de la Patrona de Almonte.

Información y reserva de asientos en la Casa Hermandad, o llamando al 622905018.
Hora de salida: 17:00 Hs
Precio: 10 euros

lunes, 9 de diciembre de 2013

Galería fotográfica del viaje cultural a Olivenza y Zafra (II)

Publicamos hoy otra galería de fotografías del viaje cultural a Olivenza y Zafra,
 organizado el pasado 6 de diciembre por nuestra hermandad.



















































Fotografías: Antonio Miguel Barrera Ramón