Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas y Redil Eucarístico -CANTILLANA-

martes, 25 de febrero de 2014

Carta del Papa Francisco a las familias

El Papa pide a las familias que recen para que la Iglesia sepa afrontar los retos actuales 


Queridas familias: 

Me presento a la puerta de su casa para hablarles de un acontecimiento que, como ya saben, tendrá lugar el próximo mes de octubre en el Vaticano. Se trata de la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar el tema “Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. Pues la Iglesia hoy está llamada a anunciar el Evangelio afrontando también las nuevas emergencias pastorales relacionadas con la familia.

Este señalado encuentro es importante para todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las Iglesias particulares del mundo entero, que participan activamente en su preparación con propuestas concretas y con la ayuda indispensable de la oración. El apoyo de la oración es necesario e importante especialmente de parte de ustedes, queridas familias. Esta Asamblea sinodal está dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia. Por tanto, les pido que invoquen con insistencia al Espíritu Santo, para que ilumine a los Padres sinodales y los guíe en su grave responsabilidad.

Como saben, a esta Asamblea sinodal extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para que, mediante estas iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del Evangelio.

Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. En el Evangelio de Lucas vemos que la Virgen y San José, según la Ley de Moisés, llevaron al Niño al templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos, Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron en Jesús al Mesías (cf. Lc 2,22-38). Simeón lo tomó en brazos y dio gracias a Dios porque finalmente había “visto” la salvación; Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que nos sostiene en las fatigas de cada día.

Queridas familias, su oración por el Sínodo de los Obispos será un precioso tesoro que enriquecerá a la Iglesia. Se lo agradezco, y les pido que recen también por mí, para que pueda servir al Pueblo de Dios en la verdad y en la caridad. Que la protección de la Bienaventurada Virgen María y de San José les acompañe siempre y les ayude a caminar unidos en el amor y en el servicio mutuo. Invoco de corazón sobre cada familia la bendición del Señor.

viernes, 21 de febrero de 2014

Razones para la esperanza

Intervención del Arzobispo de Sevilla en la sesión inaugural de las VII Jornadas Católicos y Vida Pública de Sevilla. 

Un año más, en el ecuador del mes de febrero, inauguramos las Jornadas Católicos y Vida Publica organizadas por la Fundación San Pablo-CEU, que tiene como argumento en esta ocasión un tema mayor, "Razones para la esperanza". Mi intervención trata de responder a esta pregunta: ¿Cree el Arzobispo de Sevilla que los católicos tenemos hoy motivos para la esperanza? 

1. Es evidente que en las últimas décadas se ha producido un evidente oscurecimiento de la esperanza en Occidente como consecuencia del fracaso de las grandes utopías que en el siglo XX prometían la felicidad, y como fruto también de la secularización de la sociedad, pues como afirmara el Papa Benedicto XVI, "el hombre necesita a Dios; de lo contrario queda sin esperanza" (SS, 23). Tampoco los cristianos estamos sobrados de esperanza, algo que es más notorio en esta hora difícil, cuando sentimos con tanta intensidad el peso del laicismo militante, el peso y la angustia de una cultura pagana, que proclama sus dogmas con tanta agresividad, seguridad y arrogancia. En este contexto, al que se suma también la crisis económica y el sufrimiento de tantos hermanos nuestros, podría parecer que el derrotismo, la tristeza y la añoranza de otros tiempos es la actitud más coherente.

2. Precisamente por ello, en estos momentos, más que en épocas pasadas es necesario enraizarnos en la esperanza. Es preciso superar una especie de cristianismo acomplejado que empieza a hacer presa en algunos, influidos en parte por los corifeos de la cultura dominante, que pretenden levantar acta de que el cristianismo se halla en su ocaso. Para no pocos prohombres de la cultura europea, el cristianismo y la Iglesia han agotado su vigencia histórica y están inevitablemente condenados a desaparecer. Han llenado un largo ciclo histórico, pero en estos momentos representan una etapa ya superada de la historia.

3. A estos postulados se suma la certeza de que hemos perdido relevancia social como cristianos y como sacerdotes, que experimentan cada día las dificultades que impiden la penetración del Evangelio en esta cultura. Todo ello puede acomplejarnos y replegarnos como creyentes y como pastores. Por ello, vuelvo a la pregunta inicial: ¿Cree el Arzobispo de Sevilla que los cristianos tenemos hoy motivos para la esperanza o e hemos de asumir el diagnóstico que pronostica la liquidación histórica del cristianismo?
Personalmente estoy convencido de que en nuestra Iglesia, gracias a Dios, hay motivos para la esperanza, motivos próximos perceptibles, y motivos últimos, más hondos y definitivos. Yo observo signos positivos de renovación y recuperación: los Nuevos Movimientos y las nuevas familias eclesiales, de una gran fidelidad a la Iglesia, con una conciencia clara de la necesidad de cultivar las bases sobrenaturales de la vida cristiana, un gran vigor apostólico y una gran fecundidad vocacional. Por otra parte, es constatable también que contamos con una nueva generación de católicos, sacerdotes, religiosos y laicos, sobre todo jóvenes, que viven en una atmósfera más serena, equilibrada, piadosa y apostólica, de mayor amor a la Iglesia, más respetuosa con la tradición, con la doctrina y la disciplina de la Iglesia que en los años inmediatamente posteriores al Concilio. Son una fuente viva de esperanza.

4. Están surgiendo también por todas partes parroquias renovadas, de un gran empuje misionero, con numerosos grupos de laicos implicados en la catequesis, la pastoral de la salud, la animación litúrgica y la Cáritas parroquial, grupos de formación, de oración y adoración eucarística de un gran vigor espiritual, que son un germen vivísimo de esperanza. Otro dato positivo es el perfil que hoy presentan nuestros Seminarios: más serenos, centrados y alegres, sin las tensiones de los años setenta y ochenta, con un buen ambiente formativo y buen tono de vida de piedad y de estudio.

5. Un dato más es la potenciación de una pastoral del matrimonio y de la familia, de gran fidelidad al Magisterio de la Iglesia y muy pegada a la antropología del Papa Juan Pablo II. Están surgiendo grupos muy vigorosos de matrimonios dispuestos a ayudarnos a renovar este sector pastoral decisivo y a prestar su colaboración en los Centros de Orientación Familiar. Otro tanto cabe decir de la generalización de una pastoral juvenil renovada, impulsada por Juan Pablo II y las JMJ, una pastoral juvenil que va a las raíces de la vida cristiana y que busca la formación de los jóvenes, les inicia en la oración y en la amistad con Jesucristo, en el amor a la Iglesia, en el apostolado y la cercanía a los pobres, que está produciendo ya frutos vocacionales. Quiero mencionar también la floración todavía modesta de intelectuales cristianos, que comienzan a hacerse presentes sin vergüenza y sin complejos en los foros del pensamiento y en el mundo universitario, superando la sequía en este campo de los años 80 y 90.

6. Destaco otros dos datos. La crisis económica nos ha descubierto la sinrazón del sistema de vida propiciado por el laicismo irreligioso y el liberalismo sin entrañas, germen de injusticias y de dolor y sufrimiento sin cuento para tantas familias en esta hora. Todo esto está haciendo pensar a muchas personas. Son muchos los que se han dado cuenta de que en el origen de nuestros males está también la irreligión, la inmoralidad, la corrupción, la ruptura de nuestras tradiciones morales y religiosas y el olvido de la Ley de Dios. Para no pocas personas la crisis es una buena ocasión para crecer, para iniciar un camino de conversión y de autenticidad cristiana, un camino de seriedad, responsabilidad y austeridad.

7. En el momento presente se nota incluso una inicial recuperación del aprecio de la vida católica. El servicio de nuestras Cáritas diocesanas y de las Cáritas parroquiales, de Manos Unidas, de las Hermandades y las numerosas obras sociales de los religiosos, ha mejorado la imagen de la Iglesia ante muchas personas sencillas y honestas, pues no podemos olvidar que la caridad es un aspecto no desdeñable de la Nueva Evangelización, que para ser creíble, necesita el refrendo de nuestro amor fraterno y solidario. El hecho es que en los dos últimos ha subido en dos puntos el número de los españoles que se declaran católicos y en otros dos puntos el número de los católicos que se declaran practicantes, datos que se ven corroborados por el aumento en el mismo periodo por el número de contribuyentes que destinan el 0,7 de sus impuestos a la Iglesia católica, que ha crecido en 2,26 puntos a nivel nacional y en 2,37 en nuestra Archidiócesis. Todo ello indica que hay una reacción de la conciencia católica ante la situación presente.

8. Un nuevo motivo de esperanza y bien consistente es el Papa Francisco. La elección del nombre y sus primeros gestos nos han permitido entrever un pontificado perfumado de aromas evangélicos, que nos reclama a todos la vuelta a lo esencial, la vuelta a Jesucristo y su Evangelio. Es un hecho que los primeros pasos y gestos del Papa Francisco están suscitando una catarata de simpatía y de expectativas en la Iglesia y fuera de ella. Su figura está despertando en el mundo entero un gran interés por la Iglesia Católica. Y hemos de reconocer que es bueno que se hable de Dios, del Evangelio y de la Iglesia, y que haya personas a las que la figura del Papa pueda tocarles el corazón. Es el llamado "efecto Francisco", del que han hablado los vaticanistas y los sociólogos.

9. Aludía hace unos momentos al motivo último y radical de nuestra esperanza. Éste no es otro que Jesucristo el Señor, piedra angular de la Iglesia. Nosotros sabemos como nadie que Jesucristo es la palabra en la que Dios nos lo ha dicho todo, como escribiera San Juan de la Cruz, y que el Espíritu de Jesús estará con su Iglesia "hasta la consumación del mundo" (Mt 28,20), haciendo que el cristianismo siga siendo a través de los siglos, un acontecimiento actual, vivo y salvífico. Cristo resucitado es, pues, la razón más profunda de nuestra esperanza. En su compañía y con el ánimo que nos da su palabra vivimos con pasión el presente y nos abrirnos con confianza al futuro (TMA 1), pues Jesucristo está vivo, y es nuestro contemporáneo.

10. Por ello, ni yo ni vosotros tenemos derecho a la desesperanza. Es hora de poner la mano en el arado, para abrir nuevos surcos a la evangelización, confiando en la compañía del Señor y la fuerza de su Espíritu. En estos tiempos recios ninguno de nosotros tiene derecho a la cobardía o a la mediocridad. Hemos de sacudirnos el conformismo, la desgana o la tibieza. No podemos cruzarnos de brazos viendo cómo se apartan de la Iglesia y de la fe en Cristo tantos adultos y jóvenes.

11. Dos son las respuestas que el Señor espera de nosotros: la primera, nuestra conversión; la segunda, nuestro compromiso evangelizador. En el primer flanco, la renovación de nuestra Iglesia será imposible sin una renovación espiritual, eclesial, doctrinal y apostólica de los sacerdotes. En el momento presente, más que en épocas pasadas, nuestra Iglesia necesita sacerdotes santos, sacerdotes de gran hondura espiritual y una fuerte experiencia de Dios, maestros de almas, bien preparados intelectualmente, profundamente entregados al servicio de Cristo y de su Iglesia, unidos a su Obispo, entusiastas y enamorados de su ministerio, dispuestos a entregar la vida día a día, dispuestos también a anunciar el Evangelio en toda su integridad, sin rasgar páginas ni mutilarlas. Sin sacerdotes íntegros y virtuosos no cabe hacerse ilusiones.

12. Sólo así tendremos unas parroquias y unos laicos renovados, espiritualmente vigorosos y conscientes del tesoro que poseen; unas comunidades entusiastas, felices de haber conocido a Cristo y dispuestas a anunciarlo como única esperanza para el mundo. La Iglesia necesita laicos convertidos, deseosos de ser santos, orantes, fervorosos y con corazón de apóstol. Esa es la reforma que quiere el Papa Francisco, la revolución de los corazones, no sólo de las estructuras, pues una Iglesia que quiera ser luz y sal, tiene que ser una Iglesia convertida, una Iglesia de santos. Porque yo oteo todo esto en lontananza, doy testimonio de mi esperanza en el futuro de la Iglesia y de la sociedad cristiana. Como los israelitas a la vuelta de Babilonia, también yo escucho de labios del profeta Isaías estas confortadoras palabras: "Mirad que hago algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43,19)

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

sábado, 15 de febrero de 2014

Convivencia de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana en la aldea del Rocío


El próximo domingo 9 de marzo tendrá lugar en la aldea del Rocío, la convivencia anual de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana en la Casa Hermandad del Rocío de Sevilla. Posteriormente, a las seis de la tarde, se celebrará la Santa Misa ante la Imagen de Nuestra Señora del Rocío, Patrona de Almonte, acompañados de la Escuela de Tamborileros y cantada por el Coro de la Hermandad.

La salida se realizará a las 9 de la mañana y los interesados en asistir podrán inscribirse en la Casa Hermandad (de lunes a viernes de 8 a 10 de la noche).

lunes, 10 de febrero de 2014

Nueva edición de “Los manuscritos perdidos y hallados en Palacio”


Ya a la venta en nuestra Casa Hermandad y en la Sala de venta de recuerdos 

Acaba de ver la luz la segunda edición, revisada y aumentada, de “Los manuscritos perdidos y hallados en Palacio” de Antonio García Benítez. Treinta años después de su primera publicación en 1984, en esta nueva edición de mejor calidad editorial, con más fotografías y material gráfico, se ha respetado el texto original, que trata sobre los orígenes históricos y emocionales de los Rosarios de Mujeres de Cantillana.

Esta obra fundamental para entender la historia de nuestra hermandad, incluye la transcripción literal de 42 documentos procedentes del Archivo General del Arzobispado de Sevilla, que, entre otras cosas, avalan la antigüedad del Rosario de la Divina Pastora y su establecimiento en la parroquia desde el siglo XVIII, las desavenencias personales que se produjeron dentro del mismo que dieron lugar a la fundación de otro rosario bajo otra advocación en la ermita de San Bartolomé a principios del XIX, la aprobación de sus primeras Reglas y Ordenanzas, y otras vicisitudes históricas y rituales de enfrentamientos de los Rosarios de Mujeres de Cantillana hasta los primeros años del siglo XX.

Para complementar la documentación, además de una amplia bibliografía, el autor incluye un buen número de comentarios que ayudan al lector a situarse en el entorno social, económico y cultural de la Cantillana de la época.

En su introducción, García Benítez afirma haber recorrido “un largo, fecundo y ambicioso itinerario intelectual desde su actividad docente en la calle Convento, a la ocupación de una cátedra en la Universidad de Sevilla, sin abandonar nunca la mirada histórica sobre Cantillana, conjugando el conocimiento y la reflexión de investigador desde la libertad e independencia más absoluta”. Con esta segunda edición, el autor quiere satisfacer a “multitud de voces locales que le pedían insistentemente una reedición del libro que se había convertido en una referencia local y que ahora puede llegar a un público que no lo conoció”.

Esta obra se puede adquirir, desde hoy, en nuestra Casa Hermandad y en la Sala de venta de recuerdos en la aldea de la Divina Pastora, al precio de trece euros.


Antonio García Benítez es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, doctor en Sociología por la Universidad de Salamanca, master en Dirección de Recursos Humanos por la Universidad Politécnica de Madrid y master en Criminología por la Escuela de Criminología de Cataluña entre otros estudios; ocupa actualmente una cátedra de Sociología en la Universidad de Sevilla. En sus publicaciones se distinguen dos líneas fundamentales: la de divulgador de las ciencias sociales y la de investigador de la realidad histórica y sociocultural de Andalucía, destacándose sucintamente: El folclore infantil andaluz, Biblioteca de la Cultura Andaluza, 1988; Alanís. espacios reales y simbólicos, 1992; Nuestro pasado histórico, Centro andaluz del Libro, 1992; Los viajes de Colón (4 vol.), ed. Anaya-Algaida, 1992; El proyecto 2000 de la editorial Algaida- Anaya desde 1993 (Geografía General, Historia de la Sociedad Actual, Historia de España); Cambio social en Andalucía, 1996; La educación ante el nuevo milenio, 1999; Educación, Teorías y modos de producción social, 2000; Estructura Social de Andalucía, 2000; Teorías e Instituciones de la Educación, 2001; Sociedad y Educación en las leyes de Indias, 2003; Delito, Pena y Sociedad, 2005; Pena y Modo de Producción, 2008; Los orígenes de la Pena, 2009; La fantasía criminal en la realidad del barquero de Cantillana, 2012; sobrepasando doscientas publicaciones entre libros, colaboraciones, artículos, comunicaciones a congresos, etc.

sábado, 8 de febrero de 2014

Ayudemos a Manos Unidas: Un mundo nuevo, proyecto común

Queridos hermanos y hermanas: Como viene siendo una hermosa costumbre desde hace 55 años, Manos Unidas, la institución de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, organiza la Campaña contra el hambre en el segundo domingo de febrero.

 Con este motivo me dirijo a los sacerdotes, consagrados y laicos de nuestras comunidades parroquiales, y a todas las personas de buena voluntad, para invitaros a colaborar generosamente a este buen fin, la lucha contra el hambre en el mundo y el desarrollo de los países del hemisferio sur.
Los datos son tristemente elocuentes: todavía hoy, a pesar de la globalización, la mitad de la humanidad padece hambre o está mal alimentada; una quinta parte de la población mundial sobrevive con menos de un dólar al día; y 1.200 niños mueren cada hora como consecuencia del hambre. Quiere esto decir que en nuestro mundo todo está globalizado menos la solidaridad.

El pasado 16 de octubre el Papa Francisco dirigía una mensaje al Director general de la FAO, con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación, en el que afirmaba que uno de los desafíos más serios para la humanidad es hoy la trágica condición en la que viven millones de personas hambrientas y malnutridas, entre ellas muchos niños, algo que adquiere mayor gravedad en un tiempo como el nuestro, caracterizado por un progreso sin precedentes en diversos campos de la ciencia.
Afirma el Papa que es una escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Es éste un problema que interpela nuestra conciencia personal y social y que exige una solución justa y duradera. Señala también que mientras la globalización permite conocer las situaciones de necesidad en el mundo y multiplicar los intercambios y las relaciones humanas, crece el individualismo y la indiferencia respecto a quien muere de hambre o padece malnutrición, casi como si se tratara de una maldición, algo inevitable, un hecho normal al que hay que acostumbrarse.

¿Qué podemos hacer? Un paso importante es abandonar el individualismo y el encerrarnos en nosotros mismos para abrirnos a la solidaridad, que debe inspirar nuestras decisiones personales  y también las decisiones en el plano político, económico y financiero y las relaciones entre las naciones.
El Papa invita a superar la lógica de la explotación salvaje de la creación, cuidando el medio ambiente y sus recursos, para garantizar una alimentación suficiente y sana para todos, pues está demostrado que en el mundo hay alimentos suficientes para toda la humanidad. Esto nos obliga a superar el consumismo y el despilfarro de los alimentos, un triste signo de la globalización de la indiferencia, que nos va acostumbrando lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal. El problema del hambre no tiene sólo una dimensión económica o científica, sino también y, sobre todo, una dimensión ética y antropológica.

Se impone, pues la educación en la solidaridad, que es tanto como educarnos en la humanidad, tarea que nos apremia a todos, niños, jóvenes y adultos, si queremos construir una sociedad que sea verdaderamente humana, que pone en el centro de la vida personal, social y política a la persona y su dignidad, que nunca puede ser malvendida por la lógica de la ganancia o de los intereses económicos. El ser humano y su dignidad deben ser siempre los pilares de la vida personal de cada uno de nosotros y de nuestra vida comunitaria.

En la educación en la solidaridad tiene un papel preponderante la familia. Ella es la primera comunidad educativa. La familia es la primera escuela no sólo de valores, sino también de virtudes. En ellas aprendemos a cuidar del otro, del bien del otro, a conmoverse ante sus necesidades, carencias y dolores y a acudir a remediar con presteza sus sufrimientos. Por ello, apoyar y proteger a la familia para que eduque en la solidaridad y en el compartir fraterno es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana que elimine la lacra del hambre en el mundo.

Concluyo mi carta semanal rogando a los sacerdotes que colaboren con todo interés en la LIV Campaña contra el Hambre, que celebramos en este fin de semana. Les agradezco de antemano el empeño que van a poner en la homilía y en la realización de la colecta. Agradezco también el tiempo, el interés y el trabajo de los directivos y voluntarios de Manos Unidas de toda la Archidiócesis y el desprendimiento de sus socios. Agradezco al nuevo Presidente Delegado, D. Joaquín Sainz de la Maza y Conesa, su disponibilidad ejemplar para asumir esta obra tan querida por la Iglesia en España. Le auguro un servicio fecundo al servicio de nuestros hermanos de los países del Sur.  Invito a los consagrados y a los fieles todos a la generosidad con nuestros hermanos más pobres, con la seguridad de que no quedará sin recompensa.

                      Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla

lunes, 3 de febrero de 2014

Galería fotográfica de la Fiesta de las Candelas

Hoy ofrecemos a nuestros lectores un amplio reportaje fotográfico de la jornada que tuvimos ocasión de disfrutar todos los pastoreños el pasado sábado 1 de febrero, con motivo de la celebración de la Fiesta de las Candelas, conmemorando así la Festividad de la Presentación del Niño Jesús en el Templo y Purificación de Nuestra Señora.






































sábado, 1 de febrero de 2014

Festividad de la Presentación del Niño Jesús en el Templo y Purificación de la Virgen María

A los cuarenta días del nacimiento de Jesús de la Virgen María, cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en su Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la misma Ley para quienes, por su pobreza, no puedan pagar el precio de un cordero.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo, que moraba en él, le había revelado que no conocería la muerte antes de haber visto al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo; y en el momento de entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

José y María estaban admirados de lo que se decía del Niño. Simeón les bendijo, y luego dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción –¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!– a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Este misterio invita a contemplar y meditar la diligencia con que José y María, más tarde también Jesús, se aprestan a cumplir siempre los mandatos de la Ley del Señor y a practicar las tradiciones y devociones del pueblo de Dios, sin detenerse a pensar si también a ellos les obligan. Al ofrecer María en sacrificio tórtolas o pichones, como manda la Ley para los pobres, entrega en realidad a su Hijo, al verdadero Cordero que deberá redimir a la humanidad. Simeón, hombre profundamente religioso, cultivaba en su corazón grandes deseos y esperaba al Salvador de Israel; vivía abierto a la acción del Espíritu, que le reveló que vería al Mesías, y que luego le hizo reconocerlo, mientras pasaba inadvertido para los demás. El cántico de Simeón, proclama al Niño gloria de Israel, y luz y salvación de toda la humanidad. Después el anciano, dirigiéndose a María y completando el mensaje del ángel en Nazaret, le dice que una espada le atravesará el alma: es la primera vez que se le anuncia el sacrificio redentor a que está destinado el Mesías, mientras se le hace vislumbrar para sí misma un futuro de sufrimiento asociada a su Hijo. La piedad, la perseverancia confiada en Dios, la alegría exultante de los dos ancianos, Simeón y Ana, debieron confortar a María y a José. El cántico de Simeón provocó en José y en María el asombro; la reacción de la Virgen ante la profecía referente al futuro de su Hijo y de ella misma, tuvo que ser idéntica a la que produjo el episodio de la adoración de los pastores: «María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón».