Si Sevilla fue la ciudad que alumbró al mundo la
devoción a la Divina Pastora de nuestras almas, la villa de Cantillana la sacó
de pila. Y le dio el reconocido y glorioso sobrenombre que ahora tiene, porque
si al dulcísimo nombre de la Divina Pastora no se le añade el de Cantillana,
parece que le faltara algo, y al mismo tiempo, ¿qué sería de Cantillana sin
Ella, cómo sería posible entender la grandiosidad de esta devoción sin que el
sagrado nombre de la Divina Pastora fuera fundido al de este bendito pueblo,
corazón de la Vega sevillana? ¿Qué sería de Cantillana sin su Pastora? ¿Qué
sería de la Divina Pastora sin Cantillana?
Tanto es así, tan unidos van pueblo y advocación,
que lo mismo que el Padre Eterno desde el origen de los tiempos tuvo previsto
la Concepción Inmaculada de Nuestra Señora, también desde la eternidad de sus
cimientos la parroquia de la villa, su iglesia, tuvo preservado un hueco, el más importante, el
que ocupa su corazón, para cuando Tú, Pastora bendita, quisieras anidar en él
como en un sagrario silvestre, donde
todo un pueblo pudiera arrodillar su fe. Siempre te presintió, siempre te
estuvo esperando. Hasta que hace ya más de trescientos años apareciste para
tomar posesión del trono de amor desde donde reinas, alzada en la custodia de
tu risco, como el más radiante sol que alumbra la vida de Cantillana.

Por eso tanto amor por la Pastora Divina, tanta
simbiosis entre la Virgen y su pueblo, ha dado como resultado una de las formas
de expresión devocional, una de las maneras más
peculiares y vibrantes de exteriorizar el amor por la Virgen Santísima
que se pueda ver en nuestra geografía. Todo lo que se hace en honor de la Reina
de Cantillana es brillante, superior a cualquier otro, insuperable, e
irremediablemente asoma por cada poro de la piel de cal blanca y cegadora de
sus calles, donde hablan de su devoción los retablos de azulejos en las
paredes, las fotografías de la Virgen en los zaguanes de las casas, miles de
medallas con su sagrada imagen sobre los corazones, el nombre bendito de muchas
de sus mujeres....Todo en Cantillana habla de su razón de ser: La Divina
Pastora.
Y es lo primero que percibe el que, aún no habiendo
nacido en Cantillana, acude por primera vez a la llamada de la Virgen. Porque
el inmenso poder de atracción que emana de la celestial sonrisa de la Pastora
Divina cautiva y enamora, irremisiblemente y para siempre, y las muestras de
fervor de su pueblo hacia Ella contagia y alecciona. Pero es el portento de la
sagrada imagen de la Virgen la que justifica por sí misma su universal
renombre. Cantillana es Ella.
Y es que esto
que sentimos los que una vez vinimos de lejos a tu encuentro y quedamos
rendidos ante ti , tiene difícil o quizás imposible explicación.
Porque, cómo explicarles a los que aún no te
conocen, Pastora amada, que desde el primer instante en que te vimos nos
enredamos tanto en tus cosas que ya nuestra vida solo la riges Tú con tu suave
cayado, que hasta quisiste admitirnos en tu redil una tarde de mayo, que desde
entonces risco, septiembre, novena, arcos, sombrero, rosarios, función, domingo
intermedio, día de los pastorcitos....fueron palabras habituales ya en nuestro
vocabulario.
Cómo explicarles a los que todavía no tienen la
suerte de pertenecer a tu aprisco, amorosa Pastora, lo que sentimos cuando en
el último hálito de vida de agosto te alzan por primera vez al emprender el
camino hacia el risco que te espera y que conforma el mejor retablo que nadie
pudiera pensar para la Virgen, y desde donde irradiarás, deslumbrante de luz
sobrehumana, la indeclinable hermosura
de tu imponente majestad, en un templo que nunca se nos muestra tan grandioso
como cuando reinas desde esa montaña sagrada.
Cómo explicarles, Pastora querida, el temblor de la
voz de los que por no ser pastoreños de cuna, nos unimos titubeantes al canto
de tu himno en esos primeros compases del mes de septiembre al acabar el
traslado y tomar posesión de tu trono rodeada de romero, corcho y lentisco, y
que desde que lo oímos por vez primera pasa a ser patrimonio de nuestra
memoria, poniendo luego en la distancia
banda sonora a la imagen de la Virgen interiorizada en nuestras retinas
y en nuestras almas cada vez que lejos de Cantillana te invocamos.
Cómo explicarles, Pastora de nuestras almas, la
impaciencia en el día más grande del año, venga o no venga en rojo en el calendario de cada pueblo, de cada
ciudad desde dónde acudamos a tu llamada, al ponernos en camino y recorrer la
distancia hasta llegar a tus plantas; lo que el corazón siente cuando divisamos
a lo lejos la torre de la iglesia engalanada, o pasamos el Rubicón al dejar
atrás la ermita de los Pajares y adentrarnos en Cantillana, resplandeciente de
luz con reflejos rojigualdas de las banderitas que tapizan su cielo.
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Cómo explicarles, Pastora de la emoción, que en
calor de esa noche irrepetible nos pueda recorrer un escalofrío cada vez que
respondemos a los vivas de alabanzas que jalonan tu itinerario, y que acudan
las lágrimas puntuales a su cita en ese viva donde mostramos nuestro orgullo de
ser pastoreño y de tener a una Pastora que, siendo siempre la misma, es cada
día más hermosa, más perfecta, más completa y más grandiosa.
Y cómo explicarles, Pastora de la nostalgia, cuando
vemos que te alejas camino de la iglesia por la Cuesta del Reloj y presintiendo
ya el final de la apoteosis, cómo la bruma de la tristeza y de la despedida nos
va invadiendo el alma, y sobre todo a los que no tenemos la inmensa gloria de
tenerte cerca y saber que mediará un tiempo para volverte a ver de nuevo, para
que vuelvas a ser otra vez la bendita Pastora de la alegría, como cada vez que
tu imagen va de romería a Los Pajares.
Esto no tiene explicación, muchos no comprenderán
que estos sentimientos lo podamos albergar quienes no nacimos ni vivimos cerca
de esta excelsa Señora, de esta Pastora que anula distancias, sin comprender
que muchos nacimos pastoreños sin saberlo hasta que un buen día nos miró la
Divina Pastora de Cantillana y aprendimos a honrarla según las leyes de su
pueblo. Y ya no hay posible marcha atrás, y entonces entiendes que la distancia
no tiene por qué ser el olvido.

Y como yo, tantos y tantos que quedaron atrapados en
el inmaculado hechizo de tu belleza desde el primer momento que te vieron.
Por eso, cuando pasa septiembre, todo vuelve a
empezar en esa cuenta atrás que me llevará de nuevo ante ti. Y en el triduo a
San Francisco por octubre, y en las misas de ánimas en noviembre, y cuando se
monte el nacimiento en el santuario, y en el besapié al Pastorcito Divino, y en
el triduo a D. Marcelo, y en la celebración de las candelas por la Purificación
en febrero, y en el triduo de mayo, y en su besamanos, siempre que podáis,
hacedme un hueco en algún banco de la iglesia porque allí estaré con el
pensamiento, hasta que el atardecer de un nuevo ocho de septiembre, cuando el
cielo tome el color sonrosado de las mejillas de la Virgen, candorosa Pastora,
en el que otra vez, si Dios así lo quiere, volveré a unirme a ese letanía
gloriosa y exhultante que la voz del pueblo eleva a la Reina y Señora de
Cantillana. ¡Viva la Divina Pastora! ¡Viva la Pastora Divina! ¡Viva siempre la
misma! ¡Viva el ocho de septiembre! y ¡Viva el orgullo de ser pastoreño!
Manuel Gómez Beltrán (Cantillana y su Pastora, 2013)