Como ya anunciábamos por nuestra red social, ayer fallecía a los 65 años de edad el cofrade e historiador Juan Martínez Alcalde, impulsor de la revitalización de las hermandades de gloria en la ciudad de Sevilla y gran devoto de la Virgen de la Amargura y de la Divina Pastora de Santa Marina.
Su incansable labor investigadora y documental le llevó a escribir obras como "Hermandades de Gloria de Sevilla" (1988), "Sevilla Mariana" (1997), "La Virgen de los Reyes" (1989), "Anales histórico-artísticos de las Hermandades de Gloria de Sevilla" (2011), o los "Apuntes históricos y artísticos de la Primitiva Hermandad de la Divina Pastora y Santa Marina" (2006).
La particular devoción que sentía por la Divina Pastora la plasmó en numerosos artículos sobre su advocación, entre ellos publicó en nuestra revista "Cantillana y su Pastora" uno titulado "El Risco, una escenografía sagrada y bucólica". Con anterioridad, en 1977, escribiría para las páginas de la revista Miriam el artículo "La Divina Pastora de Cantillana", que hoy reproducimos como homenaje póstumo a este insigne pastoreño que ya se encuentra en el Risco del cielo junto a su Divina Pastora.
En el centro de la provincia de Sevilla, sobre un
promontorio que domina el río Guadalquivir y cerca de la ribera del Viar, se
alza la pintoresca población de Cantillana, a la cual muy bien podría darse el
título de “Marianísima”. Tiene aproximadamente diez mil habitantes, que en su
mayoría se dedican al cultivo, por haberse agotado la riqueza piscícola de sus
aguas fluviales. Dentro del feraz término existen zonas de regadío, capaces de
producir hasta tres cosechas, y no falta tampoco la caza, en los cotos y
vedados legalmente reconocidos. Su clima, sano y soleado, la hace
particularmente apetecible durante la época veraniega, en que sus vecinos
disfrutan de unas noches deliciosas. Resumiendo todas las características, se puede
decir que el lugar reúne los encantos de una vega y las ventajas de la sierra.
Tres son las principales devociones de la villa: La Soledad , efigie dolorosa
que se venera en una ermita propia y es la patrona del pueblo, la Asunción , y la Divina Pastora , a
la cual dedicamos nuestra semblanza.
El culto y joven académico don Daniel Pineda Novo ha
historiado brillantemente la advocación, publicando un libro cuyos datos
seguimos. Fue el venerable padre Isidoro de Sevilla, apóstol e inventor de tan
tierno título, quien fundó la hermandad cantillanera en el año 1720,
estableciéndola a imitación de la primitiva de Sevilla (antes en Santa Marina,
hoy en San Martín). Sus parientes, los condes de Cantillana, ayudaron al
venerable en esta fundación, que muy pronto arraigó en el corazón del pueblo,
hasta convertirse en una de sus instituciones más queridas y estimadas.
Entre los acontecimientos modernos de la hermandad, se
recuerda la visita que en 1900 hizo el Cardenal Spínola [...]. En 1936 la
imagen de la Virgen
fue salvada de la destrucción de la parroquia, gracias al celo de unos devotos,
que la escondieron a tiempo, y en 1955 se bendijo el actual altar, adaptado de
otro más antiguo.
La imagen de la Divina Pastora , toda de talla completa se
atribuye a Ruíz Gijón, el mismo autor de la primera Pastora de Sevilla. Mide
aproximadamente 1 metro
de alto y aparece sentada sobre una peña o roca, con expresión serena,
sonriente y apacible, rodeada de ovejas y corderitos. Muy cerca lleva una
preciosa figurita de Jesús Niño, ataviado como Pastor, que se supone de finales
del siglo XVIII.
Las fiestas que le dedican por el mes de septiembre exceden
toda ponderación, pues sin lugar a dudas son unas de las más típicas de
Andalucía. Dan comienzo el día 7, víspera de su gloriosa Natividad, con alegres
dianas que recorren al amanecer las calles del pueblo. Empieza la Novena a la Pastora y por
la noche de este primer día sale el famoso Rosario en que las mujeres lucen
sombreros y mantillas, escoltando al simpecado de la Virgen magníficas bandas de
cornetas y tambores. El día 8 se repiten las tradicionales dianas y a las 11 de
la mañana tiene lugar en la parroquia la fastuosa función principal, nuevamente
con sombreros y mantillas, renovándose durante ella el juramento de defender la Realeza de la Virgen. Por la tarde
hay corrida en la bonita Plaza de Toros de la Villa. Conforme
van acercándose las 10 de la noche, los fieles se dan cita junto a la puerta de
la parroquia y un clamor de gritos, de vítores y de lágrimas rasga el aire
cuando en ella aparece la peregrina imagen, sobre artístico paso de plata,
enmarcada entre as ramas de un cimbreante almendro. Todas las calles están
engalanadas e iluminadas, con profusión de banderas, arcos y colgaduras. Al
llegar el paso a la calle Martín Rey, sobre la una de la noche, es el momento
cumbre de la jornada: Se apaga el alumbrado y un sacerdote, hijo del pueblo,
sube a las andas para quitarle a la señora el sombrero que hasta ese momento
cubría sus cabellos, dejándolo caído sobre su espalda. Entonces se encienden de
repente todas las luces, llueven pétalos de rosa sobre el paso, se sueltan
palomas, suena el himno nacional y cada cual se despacha como le dicta su
entusiasmo y su cariño. Sólo un pastoreño podría explicar bien lo que en este momento
supone para él, suponiendo que la emoción lo dejara expresarse. Con razón dijo
el capuchino padre Ardales: “...la procesión de la noche con la imagen,
entre arcos de flores y luces y el clamoreo del fervor del pueblo, es algo tan
emotivo y fantástico, que se recuerda como un sueño o visión”.
Después del desfile procesional, continúa la novena hasta el
día 16. Durante ella la imagen está en la capilla mayor de la Iglesia , sobre un altar de
tipo bucólico que llaman “El Risco”, y al terminar sale por segunda vez el
Rosario, en forma análoga a la primera. Estupendos festejos profanos completan
el ambiente, pues hay una Feria a la andaluza, con casetas, coches de caballos,
atracciones populares, juegos florales y el nombramiento de una Romera mayor y
otra infantil.
Luego de un paréntesis o descanso, hacia finales de mes se
reanudan las celebraciones, con la
Romería al santuario del Viar, una preciosa edificación de
estilo campero construida por la hermandad en el término municipal llamado “Los
Pajares”, y bendecida e inaugurada en 1960. Imposible describir todo el
colorido de este acto, similar en muchos aspectos a la célebre Romería del
Rocío. Desde bien temprano los sones del tamboril y de la gaita despiertan a
los romeros. Los jinetes visten chaquetilla corta, botos y sombrero de ala
ancha, y las amazonas el vistoso traje de faralaes, con la medalla de la Pastora al cuello. Entre
la emoción de todos los presentes, sale el Simpecado de la parroquia y es
colocado sobre magnífica carreta de plata, obra del orfebre Villarreal,
mientras resuenan las palmas por sevillanas:
Paloma de Judea,
Rosa temprana.
Eres Madre y
Pastora
de Cantillana
En determinado momento, el cortejo cruza las aguas del Viar,
adentrándose los bueyes y los caballos por el cauce cristalino del río. A la
llegada se oficia Misa de Romeros, acabada la cual el público se esparce por
los alrededores de la ermita, en alegre confraternización donde no faltan el
vino ni el baile. Cada cierto número de años, no es el simpecado el que preside
esta Romería sino la propia imagen de la Virgen.
Por la noche los cohetes cruzan el cielo con sus surcos
chispeantes y sus palmeras multicolores. Las carretas regresan, haciendo una
entrada triunfal en el pueblo a la luz de las bengalas, y otra vez se pone de
manifiesto el fervor de los cantillaneros, que no cesan de aclamar a la Reina de los Cielos, la Divina Zagala
Inmaculada, constituida por Jesucristo desde el Calvario en Madre de todos los
mortales:
Pastora de los
hombres
te han proclamado.
¡Que yo nunca me
aparte
de tu rebaño!
JUAN MARTÍNEZ ALCALDE
(Miriam, Nº 172.
Julio-Agosto, 1977)