Evangelio según San Juan 13,1-15.
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
Comentario del día
Consideremos un poco cual es el amor que el Señor nos tiene y por el que somos tan profundamente amados.
Os ruego que os fijéis en el encanto que pone el Salvador para expresarnos el ardor de su pasión de amor, tanto en sus palabras y afectos como en sus obras.
En sus palabras lo vemos claro, pues nunca habló tanto de ningún tema como del amor suyo hacia nosotros y del deseo que tiene de que le amemos. Ved que celoso esta de nuestro amor:"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todos tus pensamientos, con todas tus fuerzas, con todo tu espíritu y con todo lo que tu eres, es decir, todo lo que tu puedas.
En el Santísimo Sacramento parece que nunca se cansa de invitar a los hombres a recibirlo, pues nos inculca en forma admirable todo el bien que tiene preparado para los que se acercan a ÉI dignamente. "Yo soy el Pan de vida" y tantas otras frases... Y hablando de su muerte, dice: "Con gran deseo he deseado celebrar esta Pascua con vosotros y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos".
¿No creéis, queridas Hijas, que tenemos una gran obligación de responder, en cuanto podamos, a este amor incomparable con el que hemos sido y somos amados por Nuestro Señor?
Esta claro que se lo debemos; por lo menos pongamos empeño en dárselo. Amar a Dios con todo el corazón, ¿que otra cosa es sino amarle con todo nuestro amor, nuestro ardiente amor? Para llegar a esto, no debemos amar demasiadas otras cosas, al menos con particular afecto.
Amarle con todo lo que somos es abandonarle todo nuestro ser para permanecer totalmente sometidos a su Amor.
Sermón de San Francisco de Sales; 30 de septiembre de 1618. IX, 198.