Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas y Redil Eucarístico -CANTILLANA-

lunes, 29 de junio de 2015

Nuestras calles: Sacristán José Díaz Hidalgo


En la madrugada de hoy, ha fallecido a los 83 años de edad, nuestro hermano don José Díaz Hidalgo, sacristán de nuestra parroquia, después de una vida de entrega y servicio a la Iglesia, sesenta y dos años como sacristán y el reconocimiento de un pueblo que lo ha querido y se volcó en su homenaje como cantillanero del año en el 2012. Su Santidad el Papa Juan Pablo II, le concedió la medalla Pro Ecclesia et Pontífice, por una vida dedicada a la Iglesia. Desde aquí nuestro más sentido pésame a la familia, y pedimos a la Santísima Virgen, Divina Pastora de las Almas a la que tanto quiso, que lo tenga ya gozando en el Risco del Cielo.

Como homenaje, hoy publicamos un artículo dedicado a su labor, aparecido en nuestra revista "Cantillana y su Pastora" en el año 2007.


Nuestras calles:
"Sacristán José Díaz Hidalgo"

El 17 de diciembre de 1991, el Ayuntamiento de Cantillana, presidido por el alcalde Manuel Marroco Quevedo, rotuló oficialmente una parte de la antigua calle Pósito con el nombre de Sacristán José Díaz Hidalgo, siendo la única persona a la que se le rendía este homenaje en vida. Aquella misma tarde, en la cercana parroquia, se le había hecho entrega, durante la celebración de la Santa Misa, de la medalla Pro Ecclesia et Pontifice, concedida por el Papa Juan Pablo II el 16 de junio de ese mismo año. Estos reconocimientos venían a testimoniar el agradecimiento de la Iglesia y del pueblo de Cantillana a Joselito el Sacristán por sus muchos años al servicio de los vecinos, a través de su dedicación casi  exclusiva y continua a la parroquia.

Joselito entró al servicio de la iglesia de Cantillana el día después de recibir su primera comunión, de manos de don Jerónimo Ramos, el 8 de mayo de 1942. Desde entonces fue monaguillo y a partir de 1950, sacristán, siguiendo una tradición de sacristanes pastoreños que venía de muchos años atrás. Rosa, su madre, lo había criado, como tantas madres cantillaneras, en la devoción a la Divina Pastora y, como servidor de la parroquia también lo ha sido y es de la hermandad pastoreña que allí reside.

Junto con su padre, durante mucho tiempo colaboró activamente en la colocación del risco. Él era el único que desde un balcón de la torre subía al tejado de la iglesia y recorría andando todo el caballete de la cubierta desde una punta a otra, para acceder al interior de la cúpula de la capilla mayor y asegurar desde allí el anclaje del lienzo y subir con las manos la araña checoslovaca. Su madre, delante de la Pastora rezaba nerviosa para que no le sucediera nada, mientras las mujeres de la junta trataban inútilmente de tranquilizarla.

Desde que es sacristán viene leyendo todos los años las preces de la novena, siguiendo una costumbre antigua que se recoge en los libros de cuentas de la hermandad, según los cuales al sacristán se le paga por leer estas oraciones ya a principios del siglo XIX.

José ha tenido el privilegio de vivir todos los acontecimientos de los últimos sesenta años de la historia de la hermandad en primera fila y participando activamente en todos ellos. Basten como ejemplo la bendición del nuevo retablo y camarín, o la colocación de la primera piedra de la ermita, así como la posterior inauguración de la misma. Igualmente ha conocido y servido a todo tipo de personalidades eclesiásticas, de los más variados rangos, que vinieron a participar en los cultos pastoreños. Desde el padre fray Claudio de Trigueros hasta el cardenal Bueno Monreal, pasando por el canónigo don José Sebastián y Bandarán y una lista interminable de nombres.

Cuenta que un año, colocando el velo que durante la cuaresma cubría el cristal del camarín por dentro, rompió por descuido una imagen del Pastorcito que habitualmente acompañaba a la Virgen. Este hecho fortuito propició que se colocara definitivamente la imagen del Divino Pastor que hoy veneramos y que hasta entonces sólo se ponía en el paso, cedida por la que entonces era su propietaria, doña Magdalena Artal.

Es Mucho lo visto y oído por José en su puesto de trabajo a lo largo de tantos años y nadie puede decir que le haya oído ningún tipo de cotilleo ni que haya puesto en evidencia a persona alguna. Sus virtudes y defectos, como los de cualquiera, los sabe Dios, y en su caso con más motivo, por haber vivido la mayor parte de su vida dentro de la iglesia, delante del sagrario. La Pastora le ha visto crecer y correr delante de Ella, como una oveja más del risco de su capilla. Deseamos a José largos años de vida y le agradecemos su trabajo, su colaboración y su dedicación a la feligresía y a la hermandad.

Su calle que, como no podía ser de otra manera, desemboca directamente en la parroquia, seguirá recordando al pueblo, a pesar del inexorable paso del tiempo, el servicio a la parroquia de Cantillana del sacristán José Díaz, incluso cuando ya no esté en ella, porque se haya ido a servir a Dios y a la Pastora Divina a la iglesia y camarín del cielo.

Florencio Arias Solís (Cantillana y su Pastora, 2007)