La encíclica del Papa Francisco «La Luz de la Fe», culmina con la invitación a mirar a la Virgen María, «icono perfecto» de la fe, porque, como Madre de Jesús, ha concebido «fe y alegría». «¡Bienaventurada la que ha creído! (Lc 1,45)» En la conclusión de la Encíclica Lumen Fidei, el Papa Francisco reitera, con su amado predecesor Benedicto XVI, que «en María, Hija de Sión, se cumple la larga historia de fe del Antiguo Testamento, que incluye la historia de tantas mujeres fieles, comenzando por Sara, mujeres que, junto a los patriarcas, fueron testigos del cumplimiento de las promesas de Dios y del surgimiento de la vida nueva. En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres».
Recordando la hermosa expresión, que dice que María, al aceptar el mensaje del Ángel, concibió « fe y alegría » (San Justino mártir), señala que la Madre de Jesús, «ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo». María está íntimamente asociada, por su unión con Cristo, a lo que creemos. En la concepción virginal de María tenemos un signo claro de la filiación divina de Cristo. El origen eterno de Cristo está en el Padre. Siendo Hijo, Jesús puede traer al mundo un nuevo comienzo y una nueva luz, la plenitud del amor fiel de Dios, que se entrega a los hombres. María lo acompañará hasta la cruz (cf. Jn 19,25), desde donde su maternidad se extenderá a todos los discípulos de su Hijo (cf. Jn 19,26-27).
María estará presente también en el Cenáculo, después de la resurrección y de la ascensión, para implorar el don del Espíritu con los apóstoles (cf. Hch 1,14). Con María el movimiento de amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu ha recorrido nuestra historia. A Ella se eleva como broche de oro de la Encíclica la oración del Papa Francisco para que ayude la fe del hombre, nos recuerde que aquellos que creen nunca están solos, y que nos enseñe a mirar con los ojos de Jesús.
«Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe.¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor».
Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas y Redil Eucarístico -CANTILLANA-
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