En el día de hoy ha sido publicado en el diario "El Correo de Andalucía", un interesante artículo de Juan Carlos Romero titulado "Un acerado para el Arzobispo", en alusión al acerado que se construyó con motivo de la visita del Cardenal Spínola a las fiestas de la Divina Pastora de Cantillana en el año 1900, que reproducimos a continuación y que se encuentra también disponible en la web del periódico El Correo de Andalucía.
Un acerado para el Arzobispo.
La Divina Pastora, la Asunción, San Benito y la patrona, la Virgen de la Soledad, así como Blas Infante, el beato Marcelo Spínola y Santa Ángela de la Cruz, dialogan con la nomenclatura del callejero y con los vecinos desde las fachadas de los hogares, que toman partido para hablar de su pueblo. Los espacios de encuentro y de convivencia de esta localidad están marcados. Su caserío narra con los azulejos y altares cerámicos las hazañas de generaciones pasadas, reconocen a sus vecinos ilustres, rezan a las imágenes de sus advocaciones y subrayan los hitos de sus hermandades.
Al costado de la ermita de San Bartolomé, el Nazareno y la Virgen del Consuelo reciben culto con sendos altares cerámicos, en una esquina de la popular plaza del Llano, es la Divina Pastora de las Almas la que ha hecho suyo el espacio; al frente, destaca otro trabajo cerámico con los hitos de los festivales en el día de la Asunción, con figuras como Juanito Valderrama y Dolores Abril, Gracia Montes o «la sin igual», cita este azulejo, Lola Flores.
En la fachada de una casa nobiliaria, adentrándose desde la Plaza del Llano unos metros en la calle Real, se exhibe un azulejo singular. Rememora un pasaje que explica el origen de una relación todavía viva entre Cantillana, en particular con la Hermandad de la Divina Pastora, y el que fuera arzobispo y más tarde cardenal de Sevilla: el beato Marcelo Spínola, fundador de El Correo de Andalucía.
La historia se remonta a los primeros días de septiembre de 1900 y cuenta la extraordinaria visita del arzobispo Marcelo Spínola y Maestre, invitado por la Hermandad de la Divina Pastora, «para dar mayor relieve a las primeras fiestas pastoreñas del siglo XX». La comitiva del Arzobispado llegó a la estación y se dirigió en coche de caballos hasta cruzar el Guadalquivir en la barca-puente de Cantillana, para ser recibido en la Alameda con las campanas al vuelo, salvas de cohetes y los pañuelos alzados por miles de cantillaneros,entre las autoridades del Ayuntamiento, la banda de música y un ambiente festivo. No había antecedentes de la visita de un arzobispo a Cantillana. De ahí la magnitud que dan los lugareños al acontecimiento, y el propio prelado, que aprovecha la invitación a la prédica del 8 de septiembre para llevar a cabo una visita pastoral en la que se alcanzan las 1.300 confirmaciones.
En la casa nobiliaria donde se hospeda el obispo Marcelo Spínola desde el 7 de septiembre, el prelado presencia el Rosario público de la víspera.
«En su oratorio se celebró la santa misa y desde aquí presenció en la noche del 8 de septiembre el paso de la Divina Pastora, de cuya hermandad fue nombrado hermano mayor perpetuo», citan hoy los muros de la fachada de esta vivienda de la calle Real que aún conserva el oratorio, y donde moraba una miembro de la Junta de Gobierno de la Divina Pastora, María del Patrocinio Morillas. Pero los dueños de esta mansión fueron más allá y quisieron mostrarle el agradecimiento del pueblo por su visita, mandando a hacer un acerado para hacer transitable el recorrido de la comitiva.
Desde los umbrales de la eventual sede arzobispal, y a toda prisa en los días previos a la visita, los vecinos se afanaron en hacer una acera, la primera que se traza, que avanzó por la Cuesta del Reloj hasta el templo parroquial, que costeó la familia Palazuelos-Morillas.
«En su deseo de significar su adhesión al Prelado», relata el boletín oficial del Arzobispado de Sevilla, «el Ayuntamiento tomó el acuerdo de poner a una de las calles de la población el nombre de Su Excelencia». Y así se llama, desde entonces, la antigua Cuesta del Reloj: calle cardenal Marcelo Spínola.
Juan Carlos Romero