Queridos hermanos y hermanas:
El pasado 26 de octubre, el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización hacia público su Mensaje final al Pueblo de Dios...
En él se afirma que desde los inicios de la vida de la Iglesia, “la transmisión de la fe… ha encontrado un lugar natural en la familia”. Afirma también que en esta tarea han tenido un papel decisivo las madres. Sin desvalorizar la figura paterna y su implicación en la educación en la fe de los niños, han sido sobre todo las madres y las abuelas las que han transmitido a los niños y adolescentes “los signos de la fe, la comunicación de las primeras verdades, la educación en la oración y el testimonio de los frutos del amor”. Añade después el Mensaje que, a pesar de la diversidad de las situaciones geográficas, culturales y sociales, los Obispos del Sínodo han confirmado este papel esencial de la familia en la transmisión de la fe. En consecuencia, “no se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa”.
Efectivamente, la familia, primera célula de la sociedad y de la Iglesia, debe ser el punto de arranque de la Nueva Evangelización. Si “en la familia se fragua el futuro de la humanidad”, como nos dijera proféticamente el Beato Juan Pablo II (FC 86), “la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la familia” (FC 65). Por otra parte, en la iniciación cristiana de sus hijos en el hogar es cuando los padres cristianos "llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de vida corporal, sino también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu, brota de la Cruz y Resurrección de Cristo" (FC 9).
Es un hecho constatable que, también entre nosotros, se ha interrumpido la transmisión de la fe en la familia. Muchos padres han dimitido de la obligación principalísima de ayudar a sus hijos a conocer al Señor, iniciarles en la oración, la participación en los sacramentos y los hábitos de piedad, la devoción a la Virgen, el descubrimiento del prójimo y la experiencia de la generosidad. Es una consecuencia fatal de la secularización de nuestra sociedad, en la que los valores religiosos representan bien poco. En este contexto, es urgente que los padres redescubran su misión como primeros evangelizadores de sus hijos, para lo que cuentan con la gracia del sacramento del matrimonio. Por ello, con palabras de los Obispos de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida de nuestra Conferencia, me dirijo a los padres cristianos de nuestra Archidiócesis para exhortarles: “Hablad de Jesucristo a vuestros hijos. Ningún anuncio es más importante para su vida. Introducid a vuestros hijos en el misterio de Cristo, a través de la celebración litúrgica y la oración familiar”.
Los padres cristianos están llamados a transmitir la fe desde las primeras etapas de la vida del niño con la palabra y el ejemplo. Nadie puede suplantarles ni privarles de este sagrado derecho. Ellos deben ser los primeros responsables del anuncio del Evangelio a sus hijos, aprovechando el ritmo de los acontecimientos familiares: la recepción de los sacramentos, la celebración de las fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o un acontecimiento luctuoso. De este modo, el testimonio de los padres cristianos precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis. Han de vivir esta hermosa misión con celo infatigable, apoyándose, si es preciso, en las asociaciones y escuelas de padres, que han surgido en los últimos años en el seno de la Iglesia.
En la transmisión de la fe reviste una importancia singular la iniciación en la plegaria. Se trata de un deber específico y fundamental. Los padres cristianos han de ayudar a sus hijos a descubrir progresivamente la paternidad de Dios y a dialogar con Él en el coloquio de la oración. Para ello es importante el ejemplo. Los hijos sólo aprenderán a rezar si lo ven en sus padres y, si en algunos momentos, la familia reza unida. En este sentido, no han perdido vigencia algunas formas de oración tradicionales, que preparan y prolongan el culto celebrado en templo: junto al ofrecimiento de obras por la mañana, la oración de la noche, revisten un carácter auténticamente familiar el rezo del rosario en familia y la bendición de la mesa. La participación de toda la familia en la Eucaristía dominical y en los sacramentos de la iniciación cristiana de sus miembros, será después el signo visible de la autenticidad de su plegaria doméstica.
Pido a la Sagrada Familia de Nazaret que bendiga a todas las familias de nuestra Archidiócesis para que sean ejemplo de fe y amor, para que sepan transmitir la fe a sus hijos, y para que crezca el amor y la fidelidad de los esposos, muy especialmente de aquellos que pasan por momentos de sufrimiento o dificultad.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla