Desde sus orígenes, la hermandad pastoreña de Cantillana ha
estado estrechamente vinculada a la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, sobre
todo de la Provincia Bética o de Andalucía. No en balde, fue el insigne fraile
capuchino fray Isidoro de Sevilla el iniciador de la devoción y fundador de a
congregación cantillanera. Gregorio Vicente Medina y Vicentelo de Leca –su
nombre en el siglo- era pariente de los condes de Cantillana, título que a
principios del siglo XVIII ostentaban Ángela Dionisia Vicentelo de Leca y su
esposo. Por este motivo, no es extraño que el fundador de la nueva devoción
capuchina estableciera este culto mariano en la villa de Cantillana,
promoviendo a su vez la ejecución del estandarte para la presidencia de los
rosarios públicos y la hechura de la imagen de la Divina Pastora, fechada
también en estos años y primera que se realizó completa.
Desde fray Isidoro hasta nuestros días, muchos han sido los
religiosos de esta orden franciscana relacionados con la Hermandad de la Divina
Pastora, en la que ha ido calando el espíritu franciscano con el paso de los
siglos, recogido incluso en la propia denominación oficial de la institución.
A la muerte de fray Isidoro de Sevilla, el beato Diego José
de Cádiz continuó su labor de propagar la devoción a la Divina Pastora por toda
la geografía andaluza y española, convirtiéndose en uno de los principales
apóstoles y predicadores marianos de la época. Algunos historiadores afirman
que, durante unas misiones populares celebradas a finales del siglo XVIII por
distintas localidades de la ribera del Guadalquivir, el religioso gaditano
visitó Cantillana, donde conoció de primera mano y alentó aún más el fervor de
los vecinos hacia la Pastora.
Ya en 1900, el insigne capuchino fray Ambrosio de Valencina,
fundador de la revista El Adalid Seráfico y provincial de la Orden en
Andalucía, escribe un artículo en la mencionada publicación en el que deja
constancia de la importancia que tenían ya la hermandad y la devoción a la
Divina Pastora en Cantillana. Desde su fundación en 1900, muchos son los
religiosos que han descrito el esplendor y el fervor de las fiestas pastoreñas
utilizando para ello las páginas de esta revista religiosa.
Entre ellos merece mención especial fray Juan Bautista de
Ardales, quien se destacó por su amor a la Virgen bajo el título de Pastora. A
él se debe la creación del hoy desaparecido Museo de la Divina Pastora en el
convento de Capuchinos en sevilla. Siendo provincial de la Orden, en 1927
visitó Cantillana para oficiar la Función Principal de Instituto el 8 de
septiembre y asistir a las fiestas de las que luego diría que el típico
rosario de la víspera es algo inenarrable; en la Función de la fiesta de la
Pastora ha de predicar uno de los mejores oradores de España y la procesión de
la noche con la imagen entre arcos de flores y luces y el clamoreo del fervor
del pueblo, es algo tan emotivo y fantástico que se recuerda como un sueño o
visión. Prueba de la veneración y afecto de Juan Bautista de Ardales hacia
la hermandad de Cantillana es también la entrega que hizo a ésta de una
reliquia del beato Diego José de Cádiz el 25 de julio de 1955, coincidiendo con
la bendición del nuevo retablo de la Divina Pastora. De este hecho se conserva
en el archivo de la hermandad el certificado o auténtica fechado en Roma el 20
de mayo de 1952 y rubricado por el postulador general de la Orden Capuchina.