Uno de los capuchinos que más ha contribuido a fortalecer
los vínculos de la hermandad con la orden seráfica fue el querido fray Claudio
María de Trigueros, quien desempeñó, entre otros, los cargos de definidor
provincial, superior del convento de Sevilla, director del Seminario Seráfico y
maestro de novicios, así como predicador de los Reyes de España. El Padre
Claudio fue un incansable bienhechor de la Hermandad de la Divina Pastora, a la
que agregó el Redil Eucarístico en 1944. Predicó en infinidad de ocasiones
durante sus cultos y promovió la popular romería pastoreña y la erección del
santuario de la Divina Pastora en el antiguo olivar de Lapola en Los Pajares,
donde reposan sus restos mortales desde 1987.
A través del padre Claudio se vincularon más tarde a la
hermandad numerosos religiosos, que asistieron a sus cultos, predicaron las
glorias de la Divina Pastora o fueron artífices de importantes hechos. Entre
éstos, destacaron fray Romualdo de Galdácano, el padre Sangüesa, fray Ángel de
León, fray Buenaventura de Cogollos, provincial de la Bética, y fray Sebastían
de Villaviciosa, autor de la letra del Himno a la Divina Pastora y autor de un
libro sobre la Virgen del Rocío en el que afirma, hablando de Cantillana, que
es el pueblo donde más la quieren como Pastora en el mundo.
Fray Romualdo de Galdácano, F. Claudio de Trigueros y F. Melchor de Santa Ana, delante del paso de la Divina Pastora (Ca. 1945) |
Al célebre fray Serafín de Ausejo, miembro de la Academia de
Buenas Letras de Sevilla y también provincial de la Orden, se le debe que el
insigne farmacéutico franciscano del siglo XVI fray Bernardino de Laredo, autor
de importantes obras médicas y religiosas cercanas a la mística, repose al pie
del altar de la Divina Pastora en la parroquia cantillanera. Presidió el
traslado de los restos desde el antiguo convento de San Francisco y ofició el
funeral en 1955. En otras ocasiones también predicó los cultos.
En 1970, durante el pregón conmemorativo del 250 aniversario
de la fundación de la hermandad, pronunciado por el académico Francisco Montero
Galvache, representó a la Orden Capuchina fray Daniel de Palencia, autor de un
interesante artículo sobre la devoción pastoreña en Cantillana publicado ese
mismo año en El Adalid Seráfico.
En cuanto a los capuchinos contemporáneos, son de grata
memoria en la historia de la hermandad fray José María de Pozoblanco, padre
provincial; fray Juan Bautisita García, fallecido hace algunos años en la
capilla de San José en Sevilla; fray Javier Azcona, que vino de Zaragoza a
predicar la novena; fray Guillermo Pablos Escanciano, superior del convento de
Medinaceli de Madrid; fray Luis Mena Clemente; fray Esteban Mena Cabello; fray
Alfonso Ramírez Pedrajas; fray Carlos Cañete Castro y fray Francisco Luzón
Garrido, los tres ministros provinciales de Andalucía; fray Rafael Pozo Bascón,
fundador de la asociación Paz y Bien y de la Fundación Tutelar Tau; fray José
Antonio Márquez, misionero capuchino en Guatemala, que predicó la novena de
2001 y regaló a la hermandad una imagen indígena de la Divina Pastora en
terracota; fray Ricardo de Córdoba, prestigioso orador que cantó las glorias de
la Pastora de Cantillana en varias ocasiones; fray Juan Jesús Linares
Fernández, quien impuso el nuevo cayado de oro de la Divina Pastora durante la
procesión del 8 de septiembre de 2003.
Por último, destacar la figura de dos capuchinos clave en la
historia reciente de la congregación cantillanera. Se trata de fray Antonio
Ruiz de Castroviejo y Alba, guardián del convento de Jerez de la Frontera; y
fray Mariano Ibáñez Velázquez. Fray Antonio, que durante muchos años perteneció
a la comunidad de Sevilla, fue el promotor del traslado de los restos de fray
Claudio de Trigueros a la ermita-santuario de la Pastora en Cantillana, tramitó
la aprobación del título de franciscana para esta hermandad y la concesión, en
1982, de otra reliquia del beato José de Cádiz, colocada en relicario de plata,
y de una reliquia del sagrado Lignum Crucis, también en relicario de plata, de
la que hizo entrega durante la fiesta de la Santa Cruz de 2001, coincidiendo
con la novena.
El padre Mariano, por su parte, fue el responsable de la
concesión de la carta de hermandad entre la Divina Pastora de Cantillana y la
Orden Capuchina otorgada por el padre general de Roma, y gracias a su
intercesión fue posible la visita de fray Aurelio Laita Mañeru, vicario general
de a Orden, a Cantillana, donde predicó el triduo de 2003. También desde Roma y
a instancias del padre Mariano, llegaron a la hermandad cinco reliquias de
Santos precursores de la devoción a la Divina Pastora de las Almas (San Pedro
de Alcántara, San Juan de Ávila, San Juan Bosco, San Juan de Dios y Santa María
de las Cinco Llagas), así como otra reliquia del Santo Lignum Crucis, fragmento
del que se custodia en la Abadía de la Santa Cruz de Roma, todas con sus
correspondientes auténticas. En definitiva, la Hermandad de la Divina Pastora
de Cantillana tuvo siempre en fray Mariano de Sanlúcar a un nuevo padre
Claudio, pues no ahorró nunca esfuerzos a la hora de responder pronto a las
llamadas de esta corporación franciscana y capuchina, de la que ha sido uno de
sus grandes benefactores, y gracias al cual, la Orden la ha considerado
Hermandad Benemérita y unida espiritualmente a ella.
(Cantillana y su Pastora, nº9)