Apenas veinte años después del
surgimiento de la advocación de la Divina Pastora de las Almas, su inspirador,
el religioso capuchino fray Isidoro de Sevilla, comentó en uno de sus célebres
sermones que “en otras remotisimas partes de las Indias, asi de Tierra Firme
como Nueva España, hay innumerables estampas y muchas pinturas de la Divina
Pastora”. La rápida difusión que alcanzó esta imagen en los virreinatos
americanos se debió tanto al papel de los misioneros capuchinos en la
evangelización de las inhóspitas regiones meridionales, donde la llevaron como
abanderada en la conversión de los nativos, como de los devotos indianos,
quienes a través de grabados y láminas consiguieron propagar el nuevo culto
mariano. Gracias a este fenómeno, los artistas locales comenzaron a realizar
numerosas pinturas que a grandes rasgos reflejaban las principales
características de la iconografía hispalense. En algunas de estas obras se
aprecia la utilización de fuentes calcográficas, siendo una de las más
difundidas la fechada en Sevilla el año 1703 con una plegaria mariana y la concesión de indulgencias por parte del
arzobispo Arias, tal y como puede verse en
un cobre novohispano en el Museo de los Capuchinos de Sevilla, y en dos
lienzos del Museo de Arte Colonial de La Paz y el Museo Fernández Blanco de
Buenos Aires. Otro de los ejemplos custodiado en la Recolección del Tejar de
Quito muestra la utilización de la estampa realizada por Palomino con la Divina
Pastora como protectora de la Orden Capuchina, con una serie de religiosos
arrodillados a sus pies entonando alabanzas. Finalmente, el tercero de los
grabados que tuvo mayor impacto en las composiciones americanas está fechado en
1782 y fue ejecutado en la ciudad de
Bogotá por el salmantino Francisco Benito de Miranda bajo el patrocinio del
virrey arzobispo Antonio Caballero y Góngora. En este diseño, copiado en
multitud de lienzos repartidos tanto en España como en Suramérica, pueden
observarse algunas variantes como la colocación del Niño Jesús con un rosario
en el regazo de su Madre y la aparición de un pastorcito con un báculo junto a
un gran árbol, que podría representar a San Juan niño.
Al tratarse de una imagen sagrada
asociada a una leyenda aparicionista, de la que se tomaron las pautas para su
primera plasmación, los pintores de las escuelas virreinales no añadieron
modificaciones sustanciales a dicho prototipo. En este sentido, pueden
observarse algunos detalles cromáticos y decorativos propios de las estéticas
locales, como en el caso de las múltiples ejecuciones del afamado pintor
novohispano José de Páez, donde sobresalen las tonalidades pasteles, la
profusión de ángeles o una florida pradera, que incluso llega a convertirse en
un elaborado laberinto por el que la oveja descarriada huye de las fauces del
lobo. En otros modelos documentados en las áreas andinas se altera la posición
de la Virgen, sus vestidos se decoran con encajes dorados e incluye entre sus
atributos curiosos objetos como un uso de hilar o un sombrero a modo de pamela. Entre los artistas más
prolíficos destacan el quiteño Manuel de Samaniego, que establecerá un diseño
de la Pastora ataviada con el hábito mercedario, convirtiéndose en una de las
devociones más populares gracias al número de fieles que particularmente la
asociaron con su patrona Nuestra Señora de las Mercedes. Entre los lienzos del
autor conservados en los depósitos del Banco Central de Ecuador destaca uno
donde la Virgen se muestra cubierta con un manto azul y rodeada por doce
estrellas, mientras que dos ángeles en vuelo sostienen una corona
imperial y entre cuatro cabecitas de querubines se despliega una larga
filacteria que reza "O MARIA ADMIRABILIS AD CONTEMPLANDAM / PULCRHA AD
VIDENDAM / DESIRABILIS AD AMANDAM. S. Ansel.”, y en la esquina un donante en
actitud de oración. La misma institución conserva otros modelos similares de la
escena mariana con el Niño Jesús sobre el regazo con varios escapularios en la
mano, o con una pareja de santos mercedarios y una cartela en la que se lee:
“SALVE PASTORA QUERIDA / CUYA CHARIDAD TE MVEBE / DEXANDO NOVENTA Y NUEBE /
BUSCAS LA OVEJA PERDIDA”. En el Monasterio de Santa Catalina de Quito existe otra
obra de Samaniego donde flanquean orantes a la Divina Pastora, San Francisco y
fray Isidoro de Sevilla a la izquierda y San Buenaventura y Santa Clara a la
derecha, con una cartela central que
añade a la anterior plegaria los siguientes versos “Salve BellIsima Aurora / porque en la ultima hora / de su vida el
sumo Rey / de toda la humana Grey / te constituyó Pastora”. Este
repertorio se completa con un cuadro firmado en 1764 por Felipe de Rivera en el Museo Fernández Blanco de Buenos Aires,
con la Virgen y el Divino Pastorcito a los pies, San Juan Bautista y el comitente en la parte
inferior, y un letrero explicativo que alude a la copia de la misma talla
venerada en una capilla de la calle de Capuchinos de Cádiz .
La
iconografía de la Divina Pastora arraigó profundamente entre la feligresía
mexicana, bien porque recordaba a otra devoción mariana como la Virgen
Peregrina o del Refugio, o porque se
vinculó a su pareja en la representación cristológica, con origen en la
parábola del Buen Pastor, explicada a través del papel de la Virgen como
corredentora de la Humanidad junto a su Hijo. Además, los posibles conflictos
teológicos que pudieron surgir en el seno de la Iglesia novohispana pronto
fueron resueltos al entenderse que dicha analogía mariana también recordaba la
primera aparición del Niño Jesús a los pastores en el portal de Belén, donde la
Virgen, en el papel de tutora, mostró al mundo al Cordero de Dios.
Aunque algunas realizaciones muestran de forma homogénea a ambos personajes en
la misma escena bajo la luz del Espíritu Santo o con diferentes alegorías del
Sagrado Corazón, la forma más característica fue la composición de dos obras
independientes. En
la producción de Miguel Cabrera, uno de los principales exponentes del barroco
mexicano, existen algunos ejemplares,
como el conservado en el Museo Nacional del Virreinato de México, que tanto por
el formato como por las dimensiones que poseen las dos piezas se deduce su
destino para algún retablo. También
José de Páez repitió el mismo esquema en dos cobres firmados en 1770 y
conservados en el Museo de América de Madrid. Ambos presentan un complejo juego
iconográfico, pues en el caso de la Divina Pastora se sitúa vestida con el
hábito carmelita, mientras que al fondo el Niño Jesús se señala el corazón
prefigurando su tarea de pastor. En el plano superior, se colocan varios santos carmelitas, destacando a la
derecha el profeta Elías en el monte Carmelo contemplando la visión de la
“nubecula parva” y la primera iglesia
construida por Agabus sobre el monte Carmelo, como primer ejemplo de vida
monástica, junto a un barco simbolizando que la
Virgen es la estrella del mar que guió a los carmelitas durante su huida
por el acoso de los sarracenos en Tierra Santa. A la izquierda, se encuentran
dos ángeles portando el escapulario concedido por la Virgen como
privilegio a San Simón Stock, mientras que San Cirilo Constantinopolitano, San
Cirilo Alejandrino y San Alberto de Verceli, defensores de diferentes dogmas
marianos observan la aparición pisando a los herejes nestorianos. Tanto de
éste, como del Buen Pastor, que igualmente aparece encuadrado por una serie de
escenas alegóricas del Antiguo y el Nuevo Testamento, hay una réplica en una
colección particular de Puerto Rico, por lo que podría plantearse la
posibilidad de una estampa previa en la que se inspirara el autor. Al
igual que en Nueva España, en el virreinato del Perú fue común este tipo de
representaciones, destacando en la colección del Banco Central de Ecuador dos
láminas de vidrio a modo de retablo portátil con la Virgen hilandera y el Niño
Jesús de la Espina.
También las imágenes de la Divina
Pastora, sobre todos las tallas para vestir, formaron parte del ornato de
retablos y pinturas murales en diferentes templos. A mediados del siglo XVIII,
los padres franciscanos eligieron una de éstas junto a la del Buen Pastor para
decorar en dos medios puntos los laterales del coro alto de su iglesia en el
Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe en Zacatecas. Por un lado, se observa a
una serie de religiosos ayudando a Cristo a vencer al lobo que persigue al
rebaño, mientras que frontero aparece la Pastora recibiendo las rosas de
aquellas que han sido redimidas por su Hijo. Otro de los casos donde el tema se
desarrolla en un marco monumental se encuentra en la sacristía del convento de
Santa Rosa de Viterbo en Querétaro.
La pintura se divide en dos planos a lo largo de un huerto en el que las
religiosas franciscanas desempeñan sus labores
acompañadas de sus criadas. En la parte superior se sitúa Cristo
crucificado con un rebaño de ovejas a sus pies junto a un ángel que recoge en
un cáliz la sangre de la herida del costado, flanqueado a ambos lados por una
custodia y una fuente rodeadas de filacterias explicativas, mientas que en la
parte inferior, bajo el pórtico de entrada al recinto se dibuja a la Divina
Pastora. Otras escenas de contenido emblemático, donde se exalta la labor de la
Virgen junto a su Hijo en la tarea salvadora de la Humanidad, enriquecieron el
repertorio americano de esta advocación. En un interesante cuadro del Museo del
Banco Central de Ecuador se posiciona en el centro la figura de Cristo con una
corona de espinas y una soga dorada en el cuello mientras del pecho sobresale
su corazón llameante. Con su voz clama a una oveja que se halla enredada en
unas zarzas y es arrastrada del cuello por un lobo hacia las llamas infernales.
Al fondo sobresale la Virgen María como Divina Pastora con una oveja a sus pies
y a su izquierda un multitudinario rebaño que pasta bajo la cruz junto al arcángel San Miguel . Esta es la zona más
luminosa del cuadro debido a que el Espíritu Santo en forma de paloma despide
un gran fulgor con el que resguarda a todas las almas redimidas que han acudido
a la protección de ambos personajes, mientras que Jesús lleva a cabo la tarea
de rescatar a las que han caído en la perdición del pecado.
Por último, fruto del interés por la pintura emblemática que hubo entre la élite
intelectual novohispana se inventaron curiosas composiciones, como una en la
que, siguiendo un modelo idéntico con Cristo como Buen Pastor, la Virgen se
recuesta en un hermoso jardín mostrando su corazón ramificado en el pecho, con
el rebaño a sus pies, y en la parte superior dos ángeles de la guarda velando
por las almas de los niños que custodian. También, en el Museo Soumaya de
México se conserva una obra con el título Alegoría
del Sagrado Corazón de la Divina Pastora, que la dibuja en el centro de un
corazón atravesado por seis puñales rematados en cartelas con escenas de la
vida de la Virgen, en el centro la imagen de Cristo crucificado y en la parte
inferior el arcángel San Miguel y el ángel de la Guarda luchando contra dos
bestias que amenazan al rebaño con el fuego de sus bocas .
Francisco Montes González. Universidad de Granada.
Bibliografía:
MONTES GONZÁLEZ,
Francisco: “La Divina Pastora de las Almas. Una imagen sevillana para el Nuevo
Mundo”, en LÓPEZ GUZMÁN, Rafael (coord.): Andalucía
en América. Cultura artística,
Universidad de Granada, Atrio, Granada, 2009, pp. 99-135.