El auge de las nuevas tecnologías ha permitido que todo el
mundo pueda expresarse con libertad a través de internet. Esta libertad, sin
embargo, incentiva también la conducta de esos individuos que, amparados en el
anonimato, se dedican a “tirar la piedra y esconder la mano”, insultando,
difamando y soltando por su boca lo primero que se les pasa por la cabeza, sin
pararse a pensar (o quizás sí) el daño que puedan producir de forma gratuita.
Una sociedad en la que se puede decir todo tipo de
improperios y falsedades, sin dar la cara, es una sociedad que camina hacia la
confusión, una sociedad enferma donde se pone en peligro la convivencia. Por
suerte están ya muy lejanos los tiempos en que una simple acusación anónima era
suficiente para llevar a la hoguera o al pelotón de fusilamiento al más
inocente de los mortales. Hoy día nuestro Código Penal recoge en su artículo
209 que “las injurias hechas con publicidad verán incrementadas su pena”,
por lo que las injurias y calumnias emitidas por internet son agravadas por la
posibilidad que ofrece de difundir un contenido a muchos lugares distintos al
mismo tiempo.
Desde un primer momento, nuestro blog abogó por no permitir
ningún tipo de comentario anónimo, frente al descrédito de ciertos foros, webs
o blogs que dan cabida y amparan a este tipo de comentarios, revelando así la
catadura moral de sus administradores que, con su escaso entendimiento y
capacidad, creen que al potenciar el morbo van a ganar adeptos a su causa,
seguidores o visitas diarias, haciéndose abanderados del “todo vale” o de la
equivocada máxima que dice que “el fin justifica los medios”. El que practica
la sinvergonzonería en internet la aplica también en todos los ámbitos de su
vida, en su familia, en su casa o en su puesto de trabajo (público o privado) y no puede
venir después a intentar darnos lecciones de nada.
Ningún blog que alardee de ser pastoreño, de tener un
carácter eminentemente “pastoral y divulgativo”, de que algunos de los
comentarios publicados “provienen de sacerdotes, y personas relevantes de la Iglesia y del mundo de la
cultura”, donde los lectores aportan su opinión “siempre desde el
respeto y la educación que caracteriza a los pastoreños” puede permitir a
diario comentarios como este que reproducimos aquí, y sin que sirva de
precedente, para denunciarlo públicamente:
“pastoreño indignado dijo:
La actividad y entusiasmo de este medio de comunicación
pastoreño, al que alabo, contrasta con el desgano y estancamiento que vemos en
la hermandad (no sólo la junta de gobierno, sino toda la hermandad) y que se
puso de relieve una vez más en el cabildo de cuentas del otro dia, que no
levantó espectación (sic) ninguna y se tuvo que esperar a la segunda
convocatoria por falta de hermanos.
Ningun proyecto ilusionador y aglutinador de los
hermanos, ninguna propuesta interesante, ninguna crítica a la cuentas ni a la
misteriosa gestión de la pirotecnia... muchas palmas artificiales, de las
cuatro ciegas y los niñatillos sin edad oficial, y muchas autoalabanzas del
máximo responsable”.[..].
¿Es esto respeto y educación? ¿Dónde está presente el carácter
pastoral y divulgativo? Juzguen ustedes.
Ni qué decir tiene que no vamos a responder, desde aquí, a
este sujeto, sin duda proveniente del “mundo de la cultura ”y del “pensamiento
ilustrado”, pero podríamos decirle que si tenía que hacer alguna crítica a
las cuentas, proponer algo interesante sobre lo allí debatido o necesitaba
alguna aclaración, podía haberlo hecho allí, como hicieron otras personas, no
tenía que haber esperado a llegar a su casa y esconderse cobardemente bajo
un seudónimo para insultar y faltar al respeto a los allí presentes, todos
pastoreños, cosa que no se atrevería a hacer cara a cara, algo que dice mucho
sobre su falta de coraje y su pobre personalidad. Sus manifestaciones son
propias de los que pertenecen a ese grupo que de forma sectaria, sistemática y
obsesiva, lleva tres años intentando dinamitar la convivencia con argumentos
vacíos, sin aportar absolutamente nada y faltando deliberadamente a la verdad,
jugando a no se sabe qué, probablemente porque no tengan otra cosa mejor que
hacer, ni ningún tipo de entretenimiento productivo.
Un pastoreño que se precie de serlo, si tiene alguna queja o
quiere hacer una propuesta, la hace en la Casa Hermandad , que
es la casa de todos los pastoreños, al igual que si un hermano tiene algo que
decirle a otro, o un hijo quiere reprocharle algo a su madre, lo hace en el
ámbito de su casa y no lo hace en una plaza pública o en un medio de
comunicación para que se entere todo el mundo, a no ser que lo que pretenda sea
hacer daño y destruir a su familia.
El Catecismo de la Iglesia Católica
dice, en su apartado dedicado al uso de los medios de comunicación social, que
“en cuanto a su contenido, la comunicación sea siempre verdadera e íntegra,
salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta
y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los
derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia
como en su divulgación [...] sus responsables tienen la obligación, en
la difusión de la información, de servir a la verdad y de no ofender a la
caridad. Han de forzarse por respetar con una delicadeza igual, la naturaleza
de los hechos y los límites y el juicio crítico respecto a las personas. Deben
evitar ceder a la difamación”.
La libertad de expresión es un derecho que debe ir unido a
la mención de responsabilidad. Un anónimo o una persona bajo un seudónimo no
puede dar una opinión, las opiniones las dan las personas físicas o las
instituciones con nombre y apellidos. El dar valor a los anónimos es propio de
regímenes totalitarios y faltos de libertades, esos que no creen en la
democracia ni aceptan los resultados electorales cuando le son adversos.
El único anonimato admisible en nuestra hermandad es el de
aquellas personas que de forma anónima se ponen día a día a disposición de la
hermandad sin esperar un reconocimiento público, que lo dan todo sin pedir nada
a cambio, frente a otros que están instalados en la vanidad y la
autocomplacencia; aquellas personas que dan más de lo que tienen, frente a
otras que aportan menos de lo que pueden; esas personas anónimas que nunca
tienen palabras de reproche para su hermandad, sino siempre palabras de ánimo e
ideas constructivas. Son ese tipo de personas, que sólo miran por el bien de su
hermandad, las que pueden ponerse delante de su Divina Pastora y con la mirada
limpia y la conciencia tranquila pueden decir con orgullo “Yo soy pastoreño”.